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sábado, 5 de enero de 2013

La Bruja "Realidad y superstición"


LA BRUJA

“Realidad y superstición”

INTRODUCCIÓN


Es objetivo de este estudio efectuar un análisis de la figura arquetípica de la Bruja, desde su génesis hasta nuestros días; de los rasgos que caracterizan, configuran e identifican su personalidad y de sus procedimientos y técnicas de hechicería y brujería, en clara distinción a la “Ars Magica” y sus rituales.

La imagen que se ha pretendido obtener de la Bruja mediante el presente trabajo,  ha sido trazada por medio del estudio antropológico de un lado, y de otra parte profundizando en las fuentes tradicionales que, tal y como quedará demostrado, en poco difieren en la actualidad de muchas de las teorías academicistas.

El método de exposición no será estrictamente cronológico, con la finalidad de no caer en la tentación de efectuar un mero recorrido por la historia de la brujería.

En primer término nuestra investigación versará sobre los antecedentes mitológicos,  sobre el nacimiento de la brujería en tanto que continuadora de las fuentes tradicionales que sustentaban las antiguas religiones para, al mismo tiempo y después de dar paso a las bases antropológicas, entrar en la historia de la personalidad de la Bruja, y finalmente someter a confrontación las disciplinas de brujería y hechicería con la sabiduría de la “Ars Magica”, todo ello condimentado, como no, con unas gotas del más genuino esoterismo que, no dudo conducirán el tema a través de un sendero más ajustado a la materia sometida  a investigación.

PARTE I
EL NACIMIENTO DE LA BRUJERÍA
Capítulo I

El culto a la Naturaleza: Diana  y  Pan como fuentes de la religión de la Bruja

Todo parece indicar que la brujería nace como complemento y, por tanto derivada de anteriores cultos a la diosa griega Diana (Isis egipcia).



Diana ha sido definida como la triple, la triforme, la trinidad manifiesta en la Naturaleza. Aquí nos encontramos como se concibe desde su origen en un culto a una deidad el ternario y la trinidad. Coexisten tres niveles básicos en la creación: la tierra (el suelo y la superficie del mar), el cielo (el espacio) y los infiernos (el subsuelo y las profundidades marinas). Son los tres mundos de los que participa la consciencia objetiva y de los que posteriormente derivarán los elementos: Tierra, Agua, Aire y Fuego.

En la tierra recibía el nombre de Diana o Delia (nacida en la isla de Delos). En el cielo se le daba el nombre de Luna o Febe y en los infiernos Hécate o Proserpina. No obstante su papel principal lo representaba como reina de la caza, lo que nos indica que, un culto consagrado a una deidad y basado en esta actividad, debió gestarse en una civilización eminentemente pre-agrícola, donde la subsistencia dependía de la cacería.

La individualidad de Diana se ve alterada por la dedicación a ese menester tan varonil, volviéndose poco a poco insensible a las inclinaciones propias de su sexo.




Pan  era una deidad de segundo orden, símbolo de la fecundidad y principio de todas las cosas para los egipcios. A él se le atribuían los temores imaginarios, a los cuales  les fue dado el nombre de “terrores pánicos”. Era el dios de los campos y los pastores. Vino al mundo con piernas, pies y cuernos de macho cabrío y largas orejas vellosas, paradójicamente la imagen del diablo.



La  Pitonisa, una mártir


Es aquí donde, mitológicamente hablando, aparecen las primeras prácticas femeninas en relación con los oráculos y hechizos. Si Diana representaba a la Luna, su hermano Apolo hacía lo mismo con el Sol, teniendo este último dios fama de predecir el futuro en el oráculo de Delfos. Pero, si bien el templo era gestionado por sacerdotes, quien interpretaba la voluntad del cielo era una sacerdotisa llamada “Pitonisa”. Esta era elegida entre las doncellas, no se le exigía instrucción alguna y bastaba que pudiera repetir lo que el dios le dictaba. Solo profetizaba una vez al año, al inicio de la primavera. Todas las consultas debían ser presentadas por escrito y selladas. Antes de dar las respuestas la pitonisa permanecía en ayuno durante tres días, se bañaba en las aguas inspiradoras de Castalia (fuente de las musas)y mascaba hojas de laurel. Después se sentaba sobre el trípode santo que estaba colocado sobre una cavidad de la que se desprendía un fuerte olor y un vapor embriagador. A medida que la emanación divina la envolvía, sus cabellos se erizaban, su mirada se tornaba feroz, su boca vomitaba espuma y un violento temblor se apoderaba de todo su cuerpo.

Los sacerdotes la asían con fuerza a fin de retenerla sobre el trípode, mientras que la pitonisa en pleno estado convulsivo profería estridentes gritos, sembrando el pánico entre los asistentes. No pudiendo resistir por más tiempo al dios que la esclavizaba, lanzaba a intervalos palabras mal articuladas que los sacerdotes recogían con sumo cuidado a fin de darles un significado y un sentido que no tenían al salir de la boca de la sacerdotisa.

Al acabar de pronunciar los oráculos la Pitonisa era retirada del trípode totalmente extenuada y conducida a su casa donde pasaba muchos días restableciéndose de sus fatigas.

Su entrega  se vería recompensada en muchos casos por una muerte súbita.

Una religión fuerte y viva, como lo fue el paganismo Griego, empieza con la Sibila, Pitonisa, Hechicera y termina con  la Bruja.


Medea, una hechicera mitológica

Medea hija de Eetes, rey de la comarca de Ea, capital de la Cólquide, aparte de ayudar a Jasón a hacerse con el vellocino de oro, domando a los toros y durmiendo al dragón que lo custodiaban, también rejuvenece al padre de éste su esposo con ciertas hierbas que va a recoger por todo el mundo en su carro volador.

Cuando su marido Jasón la repudió y la sustituyó en su estado conyugal por otra, Medea hechizó los adornos y las joyas de su rival, de tal guisa que nada más poner esta última la mano sobre tales alhajas, su pelo, su vestido y todo su cuerpo ardieron y prendieron fuego al palacio donde se encontraba, pereciendo en medio de las llamas ella con su padre.

Pues bien Medea, según refiere la tradición fue quien transmitió sus conocimientos a las hechiceras de Tesalia, las más renombradas de Grecia. Los antiguos estaban persuadidos de que estas hechiceras ejercían su poderío en el cielo, sobre la tierra y en los infiernos; que podían someter a los astros a su voluntad, hacer que la luna descendiera del firmamento, transportar los frutos y las cosechas de un campo a otro, evocar los manes (almas descarnadas y lemures) y platicar con las sombras. Al imperio de su voz el día y la noche interrumpían sus cambios.

Para sus actuaciones mágicas, empleaban las plantas venenosas, los huevos de mochuelo, la sangre de sapo, el tuétano de muchachos y los huesos de los muertos, y con todo ello componían brebajes y filtros que tenían la virtud de inspirar amor u odio, rejuvenecer o envejecer, resucitar o quitar la vida.



Capítulo II
Los hechos y la tradición

Pero, ¿Por qué desarrolla la mujer esas actitudes de hechicera?. ¿Por qué asume ese papel?. El hombre cuenta bien poco en  esa faceta. “Por un brujo, hay diez mil brujas”, se escribe en la época de Luis XIII.

Dos vías básicas explican el cómo la mujer adquiere el conocimiento de las artes de la hechicería, y estas son: La vía antropológica y la tradición.

Por la vía antropológica debemos admitir que, con respecto a la mujer “La naturaleza las ha hecho hechiceras. Es su propio genio, su temperamento femenino. La mujer nace ya hada. En los periodos de exaltación, que se suceden regularmente, se convierte en Sibila – en Pitonisa -. Por amor, en Maga. Por su agudeza, su astucia es una Bruja hechicera que atrae la buena suerte, o, por lo menos, alivia las desgracias”[1].

Todas las sociedades primitivas evolucionan del mismo modo. El hombre asume las tareas más toscas y rudas, caza, defiende su terreno y, para ello, debe pelear. El hombre se ausenta del cobijo  en busca de alimento o en defensa de su ámbito. Mientras, la mujer cuida del hogar, de los hijos y piensa. Piensa que sucederá si al regreso del hombre la cacería no ha sido propicia. Si el hombre regresa malherido. Si el hombre no regresa. Si el poblado es tomado por otros hombres. Piensa y sueña. Engendra temores pánicos. Investiga la naturaleza que hay a su alrededor. Las plantas venenosas. Las raíces que curan. Los remedios contra dolencias cuya causa ella no sabe explicar y cuya sanación atribuye a fuerzas desconocidas; así empieza a fecundar sueños, a crear dioses. Y los sueños le llevan a los anhelos y éstos a la utilización de su saber para alcanzar sus deseos.
¿Quién cuida al hombre o los hijos cuando están enfermos? Pero, ¿Quién cuida de la mujer? Quizás los más débiles (ancianos y niños).

Los animales, base del 99 por ciento del sustento, se desplazan en busca de pastos y el hombre, junto a su familia, debe perseguirles a fin abastecerse de caza durante todo el año. Es en esa movilidad donde aprende, mientras permanece al acecho de las piezas, a alimentarse complementariamente, haciendo poco a poco de esos complementos (pequeños animales, invertebrados y vegetales) una parte de su alimentación.

En este estadio es donde muchos estudios etnográficos revelan que la mujer y los miembros de la comunidad considerados más débiles (niños y ancianos) son los que aportan la mayor parte del alimento, especialmente cuando la caza escasea.

Esto nos hace pensar que la mujer de la prehistoria recolectó una gran variedad de animales pequeños, invertebrados y vegetales; debiendo haber contribuido a su estudio y reconocimiento como sustancias comestibles. Tal reconocimiento constituyó un cambio en el contenido de la información cultural que alteró progresivamente el flujo de información entre los miembros de la sociedad, contribuyendo a las transformaciones que conllevaron a la introducción de la agricultura y, con ella, a la Revolución del Neolítico.

Así de sencillo. La mujer lo  era todo en un principio.

         De acuerdo a la tradición la primera referencia a la hechicera la encontramos en la Biblia, Éxodo XVII, 18, cuando YHWH dice a Moisés, al trasmitirle la Ley en el Sinaí, “No dejarás con vida a la hechicera”. No obstante, en idéntico texto bíblico, según la Torá hebrea, se puede leer: “No dejarás vivir a la hechicera”, sentencia esta última algo más benevolente al admitir, acorde a su literal interpretación, una actuación preventiva y no solo ejecutiva.

         Consecuentemente ello es indicativo de que en tan remota época la mujer ya venía practicando la hechicería. (Obsérvese el género femenino empleado en la frase al definir el sujeto).

         Pero, ¿Cómo adquirió la mujer  esos conocimientos?

         Si contemplamos lo relatado en Génesis VI: “Y sucedió, cuando los hombres comenzaron a multiplicarse en la faz de la tierra y les nacieron hijas, que vieron los hijos de Dios a las hijas del hombre que eran hermosas y tomaron por mujeres a las que más le agradaban”.

         Y leemos de entre los últimos manuscritos de Qumrán (rollos del Mar Muerto), en concreto los referentes a los libros de Enoc el catalogado 4Q Enoc (4Q201[4Q Enª]), Col III (=1 Henoc 6,4-8,1), 13 a 16, cabe destacar lo siguiente: “Estos son los jefes de los jefes de decena. Ellos y sus jefes todos tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas y comenzaron a entrar en ellas y contaminarse con ellas, a enseñarles brujerías, encantos y el corte de raíces, y a revelarles las plantas”.

         En la Col. IV (=1 Enoc, 8, 3-9, 3.6-8) consta: “Shemihazah enseñó encantamientos y a cortar raíces; Hermoní enseñó a desencantar, la brujería, la magia y habilidades; Baraq’el enseñó los signos de los rayos; Kokab’el enseñó los signos de las estrellas; Zeq’el enseñó los signos del sol; Sahari’el enseñó los signos de la luna. Todos comenzaron a descubrir secretos a sus esposas. (Volvemos sobre lo mismo, ¿espíritus?, ¿ángeles?, de sexo indefinido, mantienen relaciones con las hijas del hombre, mujeres).

         Ese conocimiento, patrimonio de la función hechicera, parece desprenderse de lo anterior, no sucumbió al castigo diluviano y subsistió para ser repudiado posteriormente por YHWH en el Sinaí, ya que los acontecimientos relatados por Enoc pertenecen a la era pre- diluviana.

         Recordemos que  el método de transmisión del conocimiento, su tradición, debió ser oral, de mujer a mujer y bien pudo si no sobrevivir, viajar en el Arca. De hecho, el testimonio de la primera fermentación manipulada conscientemente de mosto en vino, con la posterior embriaguez incluida que se tenga constancia bíblicamente, es después del diluvio.





  
Capítulo III


La Bruja, el hecho histórico

         Expuesto el origen mitológico, tradicional y antropológico que hacen de la mujer beneficiaria del conocimiento de la hechicería, en cuanto a su comprensión de las utilidades de las plantas y sus raíces, sortilegios, invocaciones, etc. podemos proseguir con los hechos históricos que sustentan su personalidad.

         Preliminarmente debemos admitir que la hechicera derivará en Bruja y que, como la primera no evolucionará,  se convertirá en la segunda.

         No evolucionará porque es poseedora del conocimiento ancestral trasmitido oralmente de boca a oído, a veces recibido en pago de algún favor (abortos, hechizos - ataduras de amor, curación de enfermedades, restablecimiento del estado económico, etc.) que la convierte y compromete en continuadora de la enseñanza tradicional.

         Pero la instrucción que posee la hechicera se limita a la utilidad del conjunto de sustancias que componen el plano material y a la comunicación con cierto nivel sutil que colabora estrechamente en sus tareas. Adolece de la debida instrucción  respecto a los estadios de la creación, no participa de la comunión con el Dios único y su área de trabajo se limita, por decirlo así, a los bajos fondos de la creación.

         Evoluciona con la  civilización, pero  ésta crea comodidades, éstas necesidades, y éstas valores aparentes (riquezas). Todo ello lleva a la ambición, y la hechicera no es inmune, por su propia naturaleza, a estas proposiciones que le ofrece su entorno. Paralelamente la religión degenera, va a sucumbir ante las mismas propuestas que lo hará la hechicera. La Iglesia ostentará el estandarte del bien, mientras que la hechicera lo hará con el mal. La primera lo hará a plena luz del día, apoyada por la clase dominante y en el nombre del Señor, mientras que la segunda, desencantada por la falsedad y perseguida por la primera que teme perder su poder (con las plegarias los creyentes no logran prácticamente nada y, en cambio la Bruja, simplemente con una infusión de hierbas, logra a veces salvar la vida de un recién nacido), lo hará con nocturnidad y alevosía. Nocturnidad para ocultarse de sus perseguidores; con alevosía porque parodiará en sus convocaciones a los ritos de la Iglesia que tanto la odia y la que tanto odia. Dispondrá el altar (una hermosa doncella sobre una piedra), un cáliz (con alucinógenos), un sacerdote (ella misma), y la presencia sobrehumana (el diablo), toda una puesta en escena para sus seguidores. Pero ¿quiénes eran los seguidores de la Bruja?

         No obstante, creemos que antes deberíamos dejar resuelta la metamorfosis que experimenta la hechicera para convertirse en Bruja.

         Tal y como hemos referido anteriormente el poder y la ambición causan mella tanto en la Iglesia, como en la hechicera. Esta última arrastrada por las demandas de su entorno (peticiones de sus parroquianos) y las procedentes de su ego personal, presiente y se hace consciente al mismo tiempo de que puede obtener provecho de sus habilidades. Es aquí donde el término habilidad/ resultado supera al de conocimiento/realización. Por eso cuando el efecto no es el esperado se ve obligada a acudir, cada vez con mayor frecuencia, a las personalidades sutiles que coadyuvaban en sus requerimientos, pasando éstas a realizar prácticamente toda la labor y, llegadas a cierto punto, a asumir completamente la ejecución de los trabajos. En este mismo instante pasan las entidades a ser los protagonistas del acto. Los papeles se intercambian y es la hechicera la que pasa a depender de la entidad o entidades. Si con anterioridad la hechicera realizaba sus trabajos sin más, ahora debe limitarse a invocar y previamente haber suscrito el correspondiente contrato (pacto) para ser oída. Desde ese momento la hechicera se transforma en Bruja dejando constancia al mismo tiempo del porqué debía ser temida, ya que por la debilidad de su personalidad han pasado a manifestarse en el plano físico entidades que deberían subyacer en su correspondiente nivel.

         Independientemente del enfoque sutil, dadas las propiedades de los elementos naturales utilizados por la Hechicera, ésta viene en convertirse en el estereotipo de la mujer drogodependiente en base a las ingestas de ingredientes psicotrópicos.

         De hecho utilizaba un ungüento que estaba compuesto de diversas sustancias enteógenas (generadoras de deseos), capaces de producir estados alterados de consciencia. Un preparado en el que había desde sapo asado, a plantas como el beleño, la amanita muscaria, la belladona, etc.

         Con este ungüento las brujas se untaban buena parte de su cuerpo, especialmente el cuello, las axilas y los genitales, esto es, las zonas del organismo con mayor irrigación y que por lo tanto pueden absorber más fácilmente los principios del preparado.

         Los efectos que tenían estas sustancias han sido modernamente comprobados. La bufotenina, compuesto procedente de los sapos, presenta una marcada actividad psicotrópica (alucinógena), lo mismo que el hongo amanita muscaria, el beleño o la belladona.

         Bajo los efectos de su mágico preparado las brujas sentían que realmente eran capaces de volar en su escoba, de hacerse pequeñas para poder pasar por estrechas chimeneas, de salir de su cuerpo, o de ver el Maligno en persona.

         Una ilusión provocada por el consumo ritual de sustancias capaces de modificar la percepción de la realidad, que las hechiceras conocían como parte de una tradición oral que se remonta a miles de años.

         En España y según se extrae del informe realizado por el Inquisidor Alfonso Salazar Frías en 1612, quien después de estudiar las declaraciones de 1800 personas en Navarra y realizar estudios químicos del supuesto ungüento de las brujas, se determina que muchas de las numerosas mujeres que decían haber sido poseídas por el diablo eran todavía vírgenes,  no solo concluye que no había ningún indicio de que se hubiese realizado un solo aquelarre o acto de brujería, sino que además recomienda que : “No hay necesidad de nuevos edictos ni de prolongar los que existen, pues toda agitación del asunto es perniciosa e incrementa el mal, pues no hubo brujas ni embrujados hasta que no se habló de ello”.

         Por poner un ejemplo, en el tribual de la Inquisición de Zaragoza, durante los años 1540 a 1700, solo se registraron 377 delitos por “magia y brujería” de un total de 5900 causas abiertas, lo que supone apenas el 6 por ciento.

         Según el trabajo del investigador Angel Gari, de estos casos, únicamente en 22 aparecen indicios de participación en algún aquelarre.






EL RECONICIMIENTO  DE LA BRUJA POR LA INQUISICIÓN
        
         Tal y como hemos observado, la hechicera venía desarrollando su actividad sin ningún problema hasta que las autoridades eclesiásticas demostraron gran interés por sus actos.

         Y así, en 1484 con la publicación del Malleus Maleficarum (El Martillo de las Brujas) y de una bula del Papa Inocencio VIII titulada Summis desiderantes affectibus,  se abre la veda para la caza de la Bruja.

         El funesto mérito del mencionado libro radicaba en que venía a desarrollar con todo detalle la supuesta forma de actuar de las Brujas, sus pactos con el diablo y los poderes y fechorías que realizaban.

         Sus autores, Henry Kramer y Jacob Sprenger, calificaron a los practicantes de las artes mágicas y la hechicería tradicional como los más peligros herejes y traidores a Dios, al entender que se relacionaban directamente con el diablo.

         Es en esa obra, dada la mentalidad de sus autores, calificada como de “pornografía escolástica”, donde éstos plasmando sus propias fobias y demonios interiores, apuntaron hacia las mujeres como las principales culpables de los actos de la brujería.

         No existe otro registro de destrucción y matanzas crueles, que surjan de tales creencias en personas y poderes sobrenaturales, que comience, siquiera, a contar una historia de tal degradación y falta de piedad como el registro hecho por la Iglesia Cristiana. “Hasta la época cristiana, el miedo a la magia rara vez llevó a persecuciones muy sistemáticas o muy crueles. Mientras que en Grecia y en Roma se ponían en vigencia, a veces, leyes contra los magos, sólo ocasionalmente se aplicaban con rigor y, finalmente, hacia finales del imperio pagano, parecía que el sentimiento adverso hacia ellos moría totalmente...... Además, bajo el viejo imperio, se iba introduciendo la ciencia real y el pensamiento progresaba. Tanto la teoría como la práctica de la magia se ridiculizaban cada vez más...... Pero, con el desarrollo de la teología cristiana, vino un cambio. La idea de la interferencia de Satán en la magia, que había sido introducida en el pensamiento hebreo con fuerza especial durante la cautividad de Israel en Persia, había pasado de las escrituras hebreas al cristianismo y se había fortalecido aún más con varias afirmaciones del Nuevo Testamento” (A.D. White, La Guerra entre la Ciencia y la Teología)

         Además, tal y como dice Edward Clodd, en sus Pioneros de la Evolución, resultaba imprescindible creer en los demonios malvados: “Pero aquellos que abandonan la fe en los demonios malvados y en las brujas; y también, porque esto es el paso siguiente, en los agentes benéficos y en los ángeles; se sitúan en un grave dilema. Porque están comprometidos de esta manera: Si Jesús, que vino “para destruir las obras del diablo”, y de quien se dice que, entre otras pruebas de su ministerio divino, expulsó a demonios de seres humanos “poseídos” y, en un caso permitió que una multitud de agentes infernales entrara en una piara de cerdos – si realmente él creía en lo que hacía; y si es verdad que esta creencia es superstición, limitada a las mentes ignorantes y bárbaras - ¿qué valor se le puede dar a cualquier afirmación que Jesús haya hecho sobre el mundo espiritual?”.

         Sentadas las bases filosóficas (en creencias no extrañas a la fe religiosa ni contrarias a la razón) y de procedimiento lo único que quedaba efectuar a la Inquisición era, mediante su metodología de trabajo, adaptar la realidad (existencia real, verdadera y efectiva) al guion preestablecido en su manual.


LAS ACUSACIONES, ALGUNOS DE LOS PROCESOS INQUISiTORIALES

Con el ánimo de no extendernos, citamos algunos de los más nombrados, así como en el ámbito de España una especial referencia a Aragón, Catalunya y País Vasco.

La Brujería en Aragón

MAGIA Y BRUJERÍA EN CATALUÑA
Fuente: María-José Pérez - Sociedad Española Amigos del Misterio y la Parapsicología (SEAMP)

Cataluña siguió en líneas generales el mismo proceso que siguió la brujería en el resto de España y Europa, aunque, a diferencia del resto de Europa, en Cataluña no hay noticias suficientes para hablar de una persecución sistemática antes de inicios del s. XVII. En este siglo la cosa cambia radicalmente: la brujería comienza a ser considerada como un peligro social y hubo una psicosis colectiva en la que todo el mundo creía vivir rodeado de brujas y debían librarse de ellas para preservar a la sociedad y la tierra de sus maleficios.  Hacia 1376 el dominico catalán Nicolau Eimeric afirmaba en su “Directorium Inquisitorum” la existencia de invocadores yadoradores del demonio.
En el s. XIV se registran los primeros procesos a hechiceras y adivinos, con penas leves en la mayoría de los casos: ayunos, amonestaciones, u órdenes de peregrinar a Montserrat.
En 1427, tuvo lugar en Amer un caso grabe de brujería que vendría a probar su “existencia” cuando todavía quedaban dudas.  Se cuenta que en este año se habían producido fuertes terremotos en este pueblo y en otros puntos de la comarca de Girona. Se culpó a una mujer llamada Margarida, acusada de invocar al demonio y de hacer sacrificios con niños muertos. Este caso fue parado por el inquisidor Francesc Sala, el cual no creyó en tales acusaciones.
Antes de 1618 se sabe con certeza que hubo procesos de brujería en el Urgell y la Segarra. En Andorra, en 1604, cobraron 15 libras como honorarios por colgar tres mujeres, azotar otras tres y atormentar a siete. Pero fue entre 1618 y 1622 cuando la represión llegó a su máximo esplendor. En la comarca de Osona fueron colgadas más de treinta brujas. Destaca el caso de Viladrau, que por aquel entonces no contaba más de ochenta casas, donde fueron ejecutadas 14 mujeres. Más de seis fueron ejecutadas en Lluçanès, cuatro en Taradell, cuatro en Seva y el Bruc, tres en Rupit y una en Vilalleons. En el Valles se ejecutaron más de 20: ocho en Granollers ( dos eran hombres), seis en Terrassa, tres en Castellar del Vallès y una en Palau de Plegamans, San Miquel de Toudell, Setmenat y la Garriga.
En Susqueda se colgaron tres brujas. En la comarca del Bages se registraron otras tres, una en Santpedor, otra en Manresa, y una en Sallent (Joana la Negra originaria del Lluçanès). En Sant Feliu de Pallerols (la Garrotas) fue ejecutado el brujo Pere Torrent “Cufí”.

La represión fue menguando tan de repente como se inició alrededor del año 1622, aunque todavía hubieron algunas oleadas represivas entre los años 1626 y 1627, por ejemplo el proceso de una viuda en este último año, que fue detenido por la Real Audiencia de Barcelona. En el año 1643 treinta y dos mujeres de la comarca de Capcir (Cataluña Norte) fueron acusadas de brujería, aunque finalmente fueron liberadas por el obispo de Alet.
¿Cuáles eran los delitos por los cuales se perseguían a estas personas?
El perfil de una bruja era, generalmente, el de una persona pobre, sencilla y analfabeta, vecinas de pequeñas localidades y dedicadas a las labores del campo o al pastoreo. También podían ser personas marginales en sus comunidades por defectos físicos, personas feas, jorobadas, cojas o apestosas. Es algo natural que estas personas sintieran envidia hacia los más agraciados, hacia sus vecinos que tenían tierras fértiles, ganado y comida en la mesa, hijos sanos…cosas que a ellos les había negado la vida. De igual modo, las familias agraciadas miraban con recelo a estos personajes dejados de la mano de Dios, porque se creían amenazados por ellos. Cualquier mal que la naturaleza les enviara (lluvias, granizo, huracanes, tormentas…) automáticamente era achacado a la envidia de alguna vecina y acusada de brujería.
Así, los procesos de brujería y las condenas a muerte fueron mucho más fuertes en las poblaciones rurales que en Barcelona capital. Muestra de esto los datos que he dado anteriormente, mientras que en Barcelona se les condenaba a trabajos sociales o peregrinaciones, en las poblaciones cercanas se les ahorcaban.
Estas personas analfabetas, desgraciadas, y en su gran mayoría, mujeres, eran muy susceptibles de ser captadas por el diablo, que les ofrecería una vida mejor a cambio de algunos pequeños “favores”. Así, Isabel de Monic, en 1574, declara que cuando una vecina le propone hacerse bruja, ella tiene una gran alegría, puesto que se le promete que nada le va a faltar Isabel, huérfana de padre y madre, recibe de boca del diablo la promesa de protegerla y darle todo lo que le haga falta. Antes de ordenar su ejecución, el proceso seguido contra ella indica que “hay que castigar los males y delitos contra la república para servir de ejemplo a las buenas personas y para el “mantenimiento y sustento en sus casas y la conservación de sus bienes”.
En Sallent, en 1618, Jerònima Pons, alias Juana la Negra, declara que una mujer le propuso darse al diablo y que así no tendría que buscar comida nunca más y que podría vengarse de la amante de su marido. También Marquesa Homet pacta con el diablo cuando otra mujer le dice que tendrá un hombre muy galán que le dará dinero. Caterina Trenca entra en este círculo maligno cuando le prometen que irá ante un señor que le dará dinero, la ayudará en todos los trabajos y hará por ella todo lo que ésta necesite.
En 1606, Antoni Puig declara que un demonio le propone cómo hacerse rico y dejar de trabajar. A Antònia Rosquellas, en 1620, le prometen dinero y bienestar, el motivo, como ya he dicho antes,  es la envidia que los unos tienen de los otros, porque unos tienen más que los demás.
Joana Toy, de Terrassa, en 1619, declara que ha hecho caer el granizo en la viña de un vecino porque éste no ha querido darle un poco de vino. Se dice que el célebre bandido Joan Serrallonga mató a Margarida Suy porque ésta le envenenó una docena de cerdos. Todos estos casos acabaron en denuncias por brujería.
En general, pues, la envidia puede acabar con la comunidad y ésta debe protegerse: por eso se entiende que algunas personas consideradas culpables de brujería, como Pere Françoy, sean condenadas al destierro, a no volver nunca más a su pueblo.
En Viladrau vivía una vieja que se suponía ser bruja y ésta aprovechaba el miedo de sus vecinos: si decía que unas manzanas le parecían buenas, la gente corría a dárselas para evitar su embrujo.
No hacer caridad a los pobres puede ser peligroso porque estos podrían ser brujos deseosos de venganza. En la declaración de Joana Vilar (siglo XVII) se afirma que ésta había provocado el granizo sobre una cierta casa porque sus habitantes no le habían ofrecido nada en caridad.

Los inquisidores se mostraron suaves a la hora de reprimir la brujería. En la mentalidad inquisitorial de Cataluña habia un profundo escepticismo respecto a la realidad de este fenómeno. Las declaraciones de las brujas, arrancadas con procedimientos poco justificables se llegaron a poner en cuarentena. Las brujas condenadas en Cataluña eran ahorcadas pues no las perseguía la Inquisición, sino la justicia secular. Puesta en el tormento, Antonia confesó su asistencia a un aquelarre: "Nos aparegué lo Satanàs, tot peludot, y nosaltres totas adoràrem a dit dimoni, y le besàrem lo detràs, que no sentirem gayre bona olor, y totas nos posàrem a ballar, y dit dimoni tingué tractas carnals ab totas nosaltres" (“Se nos apareció Satanás todo peludo, y todas nosotras lo adorábamos y le besamos por detrás, q no sentimos muy buena olor, y todas nos pusimos a bailar, y este demonio tuvo tratos carnales con todas nosotras”). Sospechosamente, como ha señalado Antoni Pladevall, pionero en el estudio de la brujería catalana, esas supuestas brujas rebrujas tan satánicas lanzaban en el dolor del tormento exclamaciones tan poco demoníacas como "¡Valga'm lo Santíssim nom de Jesús!", "¡Mare de Déu, ajudeu-me!", o incluso "¡Ai, Mare de Déu del Roser!".
La actitud incrédula de la Inquisiciones puede ver claramente en una carta del obispo de Solsona dirigida a Felipe III en la que dice:  “Esta materia de brujas es dificultosísima y cuantos autores escriben de ellas lo dicen de esta manera, particularmente un inquisidor que, haciendo experiencia en una mujer que ella misma había confesado ser bruja, halló ser gran parte de ello falso, y que todo son embustes y embelesos del demonio para llevar almas al infierno, y busca para esto los sujetos más débiles y flacos, que son las mujeres, y ordinariamente viejas; y todos los jueces seculares, queriéndolo llevar jurídicamente, se engañan en muchas confesiones, porque por miedo de los tormentos confiesen; y muchas mueren sin culpa”. 

Esta fue la actitud mayoritaria de la iglesia en Cataluña en los primeros años del s. XVII.  Las supuestas brujas no disponen de poderes como el de provocar tormentas “porque estas cosas las hace Dios y no el demonio” como afirmaba Pere Gil rector del Col.legi de Betlem, en Barcelona.
Las dimensiones de la persecución de las brujas en Cataluña preocuparon a las autoridades reales. El propio Felipe III se hizo eco en una carta enviada al Virrey del Principal en 1620: “Tengo entendido que hay gran cantidad de brujas en este Principado, y particularmente en los condados de Rosellón y Cerdaña. Y habiéndose considerado la forma en que se podría remediar tan gran daño, se ha ofrecido un medio, que es conceder perdón general a los que hubiesen incurrido en este pecado, por ser tantos, para castigar a los que reincidiesen después con mayor rigor”.
La verdad es que la brujería estaba muy extendida por todo Cataluña, sobretodo en el mundo rural, no había pueblo que no tuviera su bruja o brujas, y sus lugares de reunión o akelarres. Entre ellos encontramos Altafulla, Cadaqués, Centelles, Llers y Ventalló (donde, según un refrán, todas las mujeres eran brujas), Olvan, Gironella, Montesquiu, Vallgorguina y el conjunto de la subcomarca de las Guilleries.
En Sant Ferriol (Besalú) las brujas se encontraban en el Pla de les Bruixes hasta que San Julián exorcizó el lugar. En el Montseny, el lugar de encuentro era el Pla de les Arenes. En la comarca de Urgell, era la Era de les Bruixes de Vallbona de les Monges. En el valle de Arán se encontraban en el Pla de Beret y en el Pla Bataller, aunque en este último caso el encuentro tenía lugar dentro de una supuesta cueva.
Otros lugares de akelarres son Prats d’Adons, pla de Beret, pla de Negua (Cardós), el planell de Matabous (Vallferrera), o la basseta de Sant Joan de l’Erm. En Osona, las brujas se encontraban en el Serrat de les Bruixes, cerca de Hostalets de Balenyà. Las brujas habitaban la Roquera de can Mercader y se encontraban en el Camp del Vent (Cruïlles, Alt Empordà). En las Gavarres, las bruixes se encontraban en un cruce de caminos cerca de Can Carbassa (Millars).Como en el Coll d’en Guineu (Navàs, el Bages).
En el Penedès se encontraban en el Turó de les Bruixes (Pujol del Rabell); en la Segarra, en el Tossal de les Bruixes. En Andorra eran el Fontargent y el Fra Miquel; en el Camp de Tarragona, la cumbre del Montsant, etc.
La brujería ha continuado siendo, hasta nuestros dias, un elemento importante en las creencias populares. La cultura oral ha continuado transmitiendo, de generación en generación, unos ritos y creencias, tanto en áreas rurales como urbanas. La sabiduría popular considera que algunas personas, especialmente mujeres, disponen de poderes sobrenaturales. En algunos casos se trata de cualidades innatas, adquiridas por herencia familiar o bien por haber nacido en determinadas localidades. Mucha gente considera que todas las mujeres de determinados pueblos del Principado, son susceptibles de tener poderes brujeriles, como por ejemplo en Llers y Cadaqués, al Alt Empordà; Vallgorguina i Montseny, al Vallès Oriental; Molins de Rei, al Baix Llobregat; Altafulla, al Camp de Tarragona; Solivella y Vimbodí, a la Conca de Barberà, o Andorra la Vella.
Y si por toda la geografía catalana encontramos brujas, vinculado a ellas encontramos la figura del diablo, cuya presencia es reiteradamente descrita en la tradición popular. En general se atribuyen al diablo aquellas construcciones que, por sus dimensiones, eran consideradas obras sobrenaturales. Así el diablo hizo un gran número de puentes que llevan su nombre, como el de Martorell o el que hay entre Puig Reig y Gironella, sobre el Llobregat; o el Pont Major viejo de Gerona. Y fue tambien el arquitecto y constructor de un buen número de menhires y dólmenes prehistóricos, que se conocen por el nombre de Pedres Dretes (Piedras Derechas), Pedrafites, Pedres Gentils…

EL FAMOSO PROCESO DE LOGROÑO:
 LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

Fuente: ALFREDO GIL DEL RÍO
LA BRUJERÍA Y SUS PERSONAJES EN LA RIOJA
Historias, leyendas y procesos celebres en un mundo fantástico y mitológico
ZARAGOZA 1975

El proceso de las brujas de Logroño ha sido considerado como uno de los más importantes de su época.

Para unos fue objeto de grandes críticas, mientras que otros lo consideran como unas medidas necesarias para reprimir el culto a la brujería. Realmente no se puede enjuiciar con serenidad si no se tiene en cuenta el «clima» existente en aquella época y cuyo conocimiento he señalado anteriormente.

Menéndez y Pelayo, Llorente y Lea y otros investigadores escribieron sobre este proceso.

Como antecedentes del proceso de Logroño, son de tener en cuenta que la intervención de la Inquisición se produjo como consecuencia del terror y pánico que se extendió en la región y especialmente en Zugarramurdi como parte lindante con Labourd, comisionándose al inquisidor don Juan Valle Alvarado para que realizara una información e inspección por tales lugares.
El inquisidor realizó un minucioso trabajo recogiendo comentarios, denuncias y tomando en consideración el contenido de las mismas quedaron inculpadas más de trescientas personas. Cuarenta de ellas, como más sospechosas y culpables, fueron trasladadas a Logroño e internadas en prisión, serían juzgadas en el conocido proceso de Logroño.

Julio Caro Baroja, en su libro de Las brujas y su mundo, señala que, si la brujería vasca es conocida, es debido a la fama del proceso de las brujas de Zugarramurdi, a las que dedica un capítulo, y considera que la Inquisición de Logroño fue arrastrada a actuar por el celo de la justicia secular, y por una ola de pánico de las que periódicamente dominaban al país vasco, y que esta vez se extendió sobre la zona del extremo noroeste de Navarra -y añade- que las autoridades civiles habían realizado ya muchos arrestos e incluso habían ejecutado a varias personas cuando la Suprema dio orden al Tribunal de Logroño para que realizara una inspección en aquella zona.

Vicente Palacio Atard en su obra Razón de la inquisición, justifica la intervención de la Santa Sede en el proceso de Logroño, comenzando por generalizar que no fueron escasos en los siglos XVI y XVII, los casos de hechicería en que la Inquisición estaba llamada a intervenir, dadas las grandes proporciones en que había aumentado en el siglo xv en Europa y considerando que la zona pirenaica occidental no se vio libre en España de esa infección, y Navarra, las provincias Vascongadas y la Rioja daban buen contingente de brujos.

Se decían cosas horribles de ellos: que mataban niños, que chupaban su sangre, que obligaban a ritos macabros. La Inquisición nombró una comisión que emitió dictamen: en él se declaraba que los supuestos asesinatos no estaban probados ni parecían probables; en cambio, era bien clara la ignorancia de las gentes comunes, por lo que se recomendaba el envío de predicadores, ya que sólo la ignorancia puede favorecer el clima de la brujería y la superstición. Se dictaron instrucciones especiales: que se erigiese una capilla allá donde las brujas se reunían para celebrar sus aquelarres; que a las hechiceras se les tratara con indulgencia, reconciliándolas con penas leves y castigos pecuniarios (azotes y destierros fueron los más frecuentes).

Vicente Palacio Atard calificará el proceso de Logroño como «el único auto de fe importante debido a los delitos de brujería, magia y superstición y que fue celebrado en Logroño en 1610, cuando se hubo descubierto en la región guipuzcoana y en Navarra una amplia organización que se entregaba a aquelarres obscenos, blasfemias y sacrilegios».

Moratín acusó duramente a los inquisidores que intervinieron en el proceso de Logroño.

La figura de Leandro Fernández Moratín siempre será exponente de un teatro y poesía encuadrada en la retórica de un siglo de ideas nuevas que marcan una línea entre el espíritu empírico y racionalista y las nuevas tendencias iniciadas por los románticos alemanes.

Moratín, envuelto en su mundo racionalista de la anécdota literaria pasará al tema de la brujería en sarcásticos y mordaces comentarios al auto de fe celebrado en Logroño. Sus expresiones acusan una marcada tendencia subjetiva y racionalista cuyo valor primordial residirá en su calidad intrínseca.

Las pinturas negras de Goya son expresión de un mundo obsesivo devorado por el terror y mirada hacia lo irreal. Ese mundo fantástico y misterioso de la brujería lo plasmará en desgarradoras imágenes de fuertes y negros matices que parecen iluminados por una linterna mágica. Contemplando sus pinturas Aquelarre, Dos brujas volando, Cuatro brujas por los aires, Conventículo campestre y Bruja comiendo en familia, acaso nos tengamos que formular una pregunta sobre el significado de esos rostros angustiosos en escenario alucinante. ¿Es que acaso no quiso ridiculizar unas creencias en los motivos que dibujaba?

Parece un hecho acreditado que Goya tuvo una íntima amistad con Moratín, a quien admiraba profundamente e incluso tenía una coincidencia de ideas con las del comediógrafo.

¿Influyeron en la concepción de las pinturas de Goya los hechos que habían motivado el auto de fe dictado en la ciudad de Logroño en 1610? Eminentes tratadistas como Julio Caro Baroja -en su obra Las brujas y su mundo- se inclinan por la respuesta afirmativa, y señala que personalmente cree que la lectura de la relación del auto de fe de Logroño, que criticó Moratín, gran amigo de Goya como es sabido, influyó de modo decisivo en esas pinturas negras, en las que el movimiento juega un papel primordial.

Quizás Goya, al finalizar su trabajo, contempló que sus manos habían reflejado una satírica protesta que expresaba en unos rostros horribles y cuyas arrugas no podían tener otro contenido que pergaminos que pasaban a la historia en un camino en que la pesadilla daba paso a la victoria de la razón.

La relación publicada por Juan de Mongastón del auto de fe contra los inculpados -que se reproduce en el capítulo siguiente- ha sido fuente de estudios y polémicos comentarios. Los actos imputados a la secta brujeril de Zugarramurdi que aparecen reseñados, se pueden considerar como ordenada exposición de unos principios definidores de un delito de herejía basados en creencias propias de la época.

Unos hechos nacidos en ocasiones por la tortura y otros por la imaginación o mentes desequilibradas, no suponían que el juzgador admitiera la realidad del hecho; pero sí, el acto cometido, que evidenciaba haberse incurrido en el delito de herejía.

El proceso de Logroño tuvo una resonancia que excedió de los límites de nuestras fronteras; historiadores e investigadores los han estudiado, incluso en ambiente de exaltada polémica, como un auténtico suceso histórico.

En los numerosos tratados, estudios e investigaciones el proceso de Logroño será objeto de exhaustivo análisis e interesantes comentarios.

Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo, al hablar de la estructura de la secta brujeril resalta que muy abundante es lo que se ha impreso acerca de los brujos y brujas procesados a la par que De Lancre hacía su represión en el de Labourd, al otro lado de la frontera, por los inquisidores de Logroño; es decir, los que tenían sus juntas en Zugarramurdi.

Los hechos que motivaron el proceso de la secta demoníaca de los brujos de Zugarramurdi, mundialmente más conocido por «el proceso de las brujas de Zugarramurdi», fue el siguiente...

Las actuaciones darán comienzo como consecuencia de la denuncia de una joven... «y es que una bruja (cuyo nombre no se declaró más que era de nacionalidad francesa y se había criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto a Francia con su padre, una mujer francesa, la persuadió a que fuere con ella a un campo donde se holgaría mucho, industriándola en lo demás que había de hacer, y dándole noticias de cómo había de renegar, y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenían rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con ella que renegase de la Virgen María su Madre, aunque renegó de las demás cosas, y recibió por dios y señor al demonio; que en año y medio que fue bruja, hizo todas las cosas que hacían los demás brujos, siempre andaba con recelo de parecerle que no podía ser dios aquel demonio...». Cayó enferma y arrepentida «propuso de se confesar luego que pudiese ir a otro lugar que estaba de allí media legua. Y habiendo cumplido el sacerdote la dio muchos y buenos consejos, y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase el nombre de Jesús...». Arrepentida delatará a los brujos que había conocido...

Y resultarán inculpadas numerosas personas y entre ellas, como figuras principales de la aluminante historia: Miguel de Goyburu, «rey de los Brujos», su esposa Graciana de Barrenechea, «bruja y reina del aquelarre» y sus hijas. Otros personajes importantes del proceso serán Martín Vizcar; Juan de Echalar, brujo y ejecutor de las penas impuestas por el demonio; María de Echaleco, bruja; María de Yurreteguía tendrá una activa intervención en la inquietante historia, con las brujas María Chipia, vieja tullida y maestra de novicios, y de María de Zozoya, que morirá en la hoguera.

Señalan las obras Logroño histórico, de F. G. Gómez y Apuntes históricos de Logroño, editada por el Excmo. Ayuntamiento, Sección Publicaciones, que como resultado de este proceso tuvieron lugar autos de fe los días 7 y 8 de noviembre de 1610, y por su carácter de general y, por ello, esperar afluencia de forasteros, se hicieron aprovisionamientos abundantes de carne, pan y comestibles, se abarató el precio del vino procurando se expendiese el de mejor calidad como previsión de concurrencia de gentes y por coincidir los días con los de ferias.

Moratín, en sus sarcásticos comentarios al auto de fe de Logroño, comentando la concurrencia de religiosos de los distintos monasterios de la comarca, exclamará:
«Asueto y mula y holgura de tres semanas; y engullir sin término y beber sin medida. ¡Y en Logroño! ».
Los procesados fueron condenados con rigor: «...cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: veintiún hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinturón y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas a la garganta, con lo cual se significa que habían de ser azotados. Luego seguían unas veintiuna personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunas sogas a la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos relajados y otros cinco ataúdes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas. Y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisición...».

Comenzó el Auto por un sermón que predicó el Prior del Monasterio de los Dominicos, que es calificador del Santo Oficio, y aquel primero día se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas a la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan extraordinarias ocuparon todo el día hasta que quería anochecer, que la dicha justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en persona, y las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran brujas y habían cometido grandes maldades. Excepto una que se llamaba María de Zozaya, que fue confidente, y su sentencia de las más notables y espantosas de cuantas allí se leyeron. Y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fue confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora».

¿Cómo eran los juzgadores del Tribunal de la Inquisición de Logroño?

Los que intervinieron en el proceso de Logroño fueron: don Juan del Valle Alvarado, don Alonso Becerra Olguín y don Alonso de Salazar y Frías, el ordinario del obispado y cuatro consultores, como se desprende de las numerosas actuaciones inquisitoriales que concluirían con el famoso auto de fe celebrado en Logroño.

¿Creyeron realmente los inquisidores del proceso de Logroño los hechos relatados en el auto de fe de 1610?

¿Estaban convencidos de que las brujas y brujos habían incurrido en los hechos, que en muchos casos eran confesos los propios condenados sometidos a duros tormentos y castigos?

Entre el criterio de Salazar y los restantes inquisidores desde el momento inicial se produjeron evidentes discrepancias, ya que frente al criterio duro y riguroso de Alonso de Becerra y don Juan del Valle, que creen ciegamente en la existencia de brujas y consideran deben ser castigadas de forma rigurosa, existe una oposición por parte de Salazar y Frías, que no admite su existencia y considera que son necesarias unas mayores pruebas, no aceptando la mayoría de los hechos denunciados o dando escaso valor a las declaraciones testificadas.

Considero que se encontraban en unos momentos en que juzgaban una enfermedad propia de la época. Incluso la Inquisición española ha de calificarse de tolerante en sus actuaciones, y prueba evidente es la libertad de movimiento que gozaban los «iluminados» e incluso los aficionados a la magia o ciencias ocultas.

Conocido es el hecho de que el inquisidor don Juan Valle Alvarado fue comisionado para obtener una información sobre los hechos que se decía se estaban produciendo en las montañas vasco-navarras y que tenían atemorizada a la población. En su cometido recogió infinidad de denuncias que fueron motivo del célebre proceso en Logroño de «las brujas de Zugarramurdi».

Es de admitir que lo que intentaban los inquisidores era la supresión de la herejía; la brujería -fuera o no admitida por el juzgador- era constitutiva de ese delito de herejía. Pretendían imponer unas normas religiosas y morales con represión a conductas individuales o colectivas que pudieran infringir los principios o instituciones establecidas. Intolerancia religiosa en lo que consideraban cruzada de fe.

El ser denunciado de brujería no precisaba unas pruebas latentes; resultaba suficiente que el denunciado tuviera hábitos de jurar, blasfemar, mala fama o incluso una falta de normales facultades físicas, proferir frases aludiendo al diablo. Incluso quien al ser interrogado mantiene obstinadamente los ojos bajados o da muestras de temor: «el rostro y el ojo son el espejo del alma».

En los momentos que intervenían los inquisidores actuantes en el proceso de Logroño, existía un estado de ánimo latente de persecución de la brujería en sus límites máximos. En el rigorismo sancionador se había olvidado el canon episcopi (siglo IX) que precisamente era un mensaje denunciador y de condena para aquellas personas que podrían ser calificadas de paganismo, al admitir las brujas voladoras y nocturnas sometí das a la voluntad del diablo. Recordemos que tres siglos después, el obispo de Chartres afirmaba humanitariamente que era necesario no olvidar que a los que esto les sucede son pobres mujeres o gentes simples y crédulas.

La brujería era un delito contra el poder político y religioso estatuido. Momentos especialmente caracterizados por una intolerancia religiosa -llámese católica o protestante-, extendida más allá de los límites de nuestra frontera.

Julio Caro Baroja señala que el inquisidor Alonso de Salazar y Frías, uno de los tres jueces que intervinieron en el proceso de 1610, después de haber votado contra el criterio de los otros inquisidores, Alonso Becerra Holguín y licenciado Juan Valle Alvarado, fue comisionado por la Suprema y recorrió durante una temporada bastante larga los pueblos de la cuenca del río Ezcurra, los del valle del Baztán, las cinco villas y otros situados en el norte de Navarra, y a medida que fue observando los casos, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuidas a los brujos en aquel caso concreto, y en 31 de agosto de 1614 la Suprema dictará una instrucción acerca de los asuntos de brujería, en que se recogían casi todas las ideas de Salazar. Y en ese cambio de mentalidad nos llevará Caro Baroja hacia su crítica del siglo XVIII del capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, con el acertado título, que ya hemos comentado, de La época de las luces, tan magistral como el de K. Baschwitz, que lo señalará como «victoria de la razón».

La figura y personalidad de Alonso de Salazar y Frías, en su conjunción de ideas y temores -durante la decisión del proceso- contrasta con la de don Juan del Valle Alvárado y Alfonso Becerra Holguín.

Holguín y Juan del Valle Alvarado, eran coincidentes en una idea fija: la herejía es un delito y había que castigarla en su grado máximo; para ellos no existían encrucijadas ni vacilaciones en la decisión que debían adoptar. Lo importante era reprimir un mal. ¿y cuál era este mal? Cualquier movimiento o creencias en contradicción contra conceptos e instituciones religiosas establecidas: eran momentos de intolerancia religiosa.

A esta línea punitiva ceñían sus actos Holguín y del Valle; poseían una inteligencia deductiva: magia, brujería y ciencias ocultas eran peligrosas manifestaciones contra artículos de fe; su única preocupación es servir lo que consideran intereses de la religión contra toda significación de peligro; su temor se traducirá en la inflexibilidad y dureza de sus actos.

K. Baschwitz, en su obra Proces de Sorcellerie, estudiando los procesos más célebres de la brujería, dedicará un capítulo al de Logroño y señalará.

«Il est impossible d'eváluer le nombre des gens terrorisés qui se réfugierent en Espagne pour échapper a de Lancre. Le chiffre dut en étre assez élevé car une véritable phobie de sorcellerie éclata a Logroño, en Navarra espagnole, aussitót apres leur arrivée ( 1609»>.

Mantiene el criterio que el Organismo Supremo de la Inquisición española, compuesto de diez miembros, no había hasta aquellos momentos prohibido totalmente los procesos de brujería, pero ejercía un control sobre los diferentes casos sometidos a los tribunales. «Elle n'avait pas agréé Le Marteau des maléfices (fanática obra de los inquisidores Sprenger et Kramer, en la que invocaban los plenos poderes que le habían sido otorgados por una bula del Papa Innocent VIII, y medidas que se debían adoptar para desenmascarar y reducir a la nada a la brujería, considerada como miembro de una nueva secta herética en Alemania).
¿Brujas y brujos cometían realmente los crímenes que se confesaban?

¿Era necesario castigarlos?

Baschwitz considera que en la Suprema española no existía una coincidencia plena, por lo que para llegar a resoluciones se precisaba recurrir a la mayoría, y comenta las consideraciones, ya significadas en diversos estudios, que incluso los inquisidores españoles estimaron más recomendable enseñar a la población más capacitada para comprender que heladas e intemperies estropean las cosechas sin intervención de las brujas que formular acusaciones de muerte mágica sin pruebas rigurosas y controladas. En el resto de Europa la confusión entre herejía y brujería constituía la base de los procesos de brujería. La Suprema se sentirá desconcertada ante el súbito brote de brujería surgido en Navarra con la llegada masiva de refugiados de Francia y los jueces seculares de Logroño comenzaron su actuación antes de la decisión de la propia Suprema.

Es indudable que Alonso Salazar y Frías merece una especial atención; no existe duda que fue uno de los inquisidores del proceso de Logroño, con una responsabilidad -moral y legal- de sus consecuencias, pero otra realidad también es evidente: su disparidad de criterio con los otros inquisidores del Tribunal. El hecho se había consumado pero el inquisidor Alonso de Salazar- y Frías se había trazado un camino envuelto en principios cristianos humanitarios que Caro Baroja lo calificará de «acción práctica». Por la Suprema será designado para efectuar esas averiguaciones que hemos aludido, y 420 personas serán minuciosamente interrogadas, y en sus declaraciones testigos e incluso quienes se hallaban conceptuados como; brujos darán las más variadas versiones. Salazar llegará a la conclusión de que no existen pruebas suficientes, claras y concretas, que revelen la realidad de los hechos y que tanto las denuncias como las acusaciones son producto de la imaginación. Las contradicciones resultan evidentes y en muchas ocasiones la realidad de la imposibilidad de realización del acto imputado.
Epat-Echebarne, en su obra Noticias y Viejos Textos de la Lingua Navarrorun (editada en el año 1971 por la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián), al enjuiciar a los juzgadores del Proceso de Logroño dice:

«Entre los crédulos señores, de los procesos inquisitoriales, que tantas calamidades organizaron, sin embargo, justo es destacar la figura del inquisidor cordobés Alonso de Salazar y Frías (hombre de cabeza serena y de corazón recto) que después de tomar declaración a sinfín de desgraciados, de esa misma tierra del Bidasoa ( que dicho sea de paso, no entendían el castellano) escribía con valentía en 1612:
«Que la gente creía en los actos de brujería de que unos a otros se acusaban, pero que se contradecían en todos los detalles que daban sobre metamorfosis, maleficios, etc., de suerte que «no se podía» considerarlos como «reales».
          
Y añade Epat-Echebarne:

«Este criterio tan sensato no fue compartido por los demás jueces y así se siguieron increíbles sanciones. Pero aún ganó a los nuestros en credulidad el francés Pierre de Lancre, magistrado de Burdeos, que con ocasión de los procesos de brujería del Labort, por el año 1609, mandó abrasar a tantos desgraciados, la mayor parte mujeres».

En cambio Alonso de Salazar escribe serenamente, que fueron examinados: «36 testigos para los nueve lugares de St. Esteban, Iraiços, Çubieta, Sumbilla; Doña María, Arrayoz, Ciga, Vera y AIçate: sin que de todos nueve «aquelarres» contestasen ni conformasen los testigos en cosa «cierta ni concluyente» de las 8 preguntas que para ello se les hacía, si no es en dos lugares». Es decir, que coincidieron sólo por casualidad».

Baschwitz ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías sentando la afirmación de que su informe de más de cinco mil páginas representa un trabajo digno de admiración, que guarda hoy un real valor científico. Considera que la labor de Salazar fue imparcial en amplias averiguaciones ante gentes afectadas por el delirio de la brujería y frecuentemente con el sentimiento de una propia culpabilidad que les había vuelto locos; llevando en su labor al interrogatorio de 1.812 brujos y brujas confesas y arrepentidas, y niños de doce a catorce años. Ochenta y dos se vuelven contra sus anteriores declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose de la promesa de impunidad que les había sido concedida durante el período en vigor del decreto de gracia.

También recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores- de cómo Salazar controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos nocturnos, aquelarres y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le hablarán de que deben asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada, enviará Salazar a dos de sus secretarios, que atestiguarán que no se había celebrado. Un grupo de jóvenes confesas de haber tenido relaciones carnales con el diablo, serán objeto de un examen médico que determinará lo contrario. Los ungüentos que las brujas decían ser recetas del diablo, fueron analizados por farmacéuticos y revelándose que eran incapaces de producir el menor efecto y Salazar terminará su trabajo señalando que no encontró ningún dato que pueda deducir que el menor caso de brujería hubiera tenido efectivamente lugar.

En la obra Apuntes históricos de Logroño que Tomás Moreno Garbayo señala que es una refundición actualizada de Logroño Histórico, editada por el Servicio de Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento, se hará una narración de los hechos motivadores del proceso de Logroño, considerando que este proceso, que no fue más importante que la mayoría de los que se tramitaron, tuvo más celebridad por la circunstancia de intervenir en su sustanciación un teólogo tan docto y tan equilibrado de juicio como probó serIo don Pedro de Valencia. Las infamias que confesaron los acusados le escandalizaron sin llegar a perturbar su razón, acertando a distinguir entre lo que debía ser cierto y lo que era inadmisible, por lo que en largo memorial dirigido al Cardenal Inquisidor General, arzobispo de Toledo, don Bernardo Sandoval y Rojas, antes de dictar sentencia analizó las causas de las fantasías, aberraciones y delirios de los unos y la mal. dad de los otros que abrazaban la iniquidad por placer o por afán de dominio y de lucro; recuerda las teorías de Andrés de Laguna, médico del Papa Julio III, y lo que ocurrió con el culto a la diosa griega Rhea; siendo tantas y tan buenas sus razones para probar que en las causas de hechicería necesitaba el Santo oficio de una crítica especial, que aquel Inquisidor General dictó ciertas instrucciones aconsejando a sus inferiores para lo sucesivo proceder con suma cautela contra los llamados brujos.

No existe duda que los trabajos de Pedro de Valencia darán un nuevo enfoque moral y legal a los hechos acaecidos en Logroño y sus discursos constituirán un verdadero estudio en el tema, dándole un enfoque dentro de la realidad. Las juntas de Zugarramurdi no eran una fantasía, sino una evidente realidad. ¿Cuál era la explicación lógica de los hechos figurados en el auto de fe? Simplemente la celebración de gentes cegadas por el vicio y que «con deseo de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías ayan inventado aquellas juntas y misterios de maldad en que alguno, el mayor bellaco, se finxa Sathanas y se componga con aquellos y traxe horrible de obscenidad y suciedad que quentan».

Así lo significará Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo y añadirá: «En consecuencia, los actos carnales no tendrían nada de maravilloso, los viajes al aquelarre hechos «por sus pies», por cada uno de los asistentes, las muertes provocadas por venenos y por la complicidad fueron causa de que todo tome el mismo aspecto que tomaban los misterios de la gentilidad, que se «cubrian con tinieblas y silenzio»». Concluye Caro Baroja, que en este punto Pedro de Valencia recurre a su erudición de helenista y compara el humilde aquelarre vasco con las bacanales, especialmente con las que describe Eurípides, y no desecha tampoco Pedro de Valencia la posibilidad de que alguno de los actos atribuidos a los brujos sean debidos a aberraciones mentales, visiones producidas por la «melancholia» o el «morbum imaginosum», deseo de comer cosas repugnantes, y en cuanto al pacto con el demonio, atribuirá todo a lo que se dice de reuniones, uniones carnales, banquetes, etc., a visiones que les produce en un sueño muy denso que les provoca mediante ungüentos, tóxicos y otras sustancias.

En este estudio de Caro Baroja sobre las consecuencias teóricas y prácticas del proceso de las brujas de Zugarramurdi y la acción teórica del humanista Pedro de Valencia, analizará que dicho humanista también expone en sus discursos, en último término, el modo de sentir común que había hecho condenar a los procesados en Logroño y a tantos otros como reos de delitos que en todos y cada uno de sus detalles eran reales y considera que este punto de vista es tanto más peligroso cuanto que se combina de modo casuístico con la tesis de él, de manera que aplicando unas veces un criterio y otras otro, los culpables pueden acusar a los inocentes, o cabe llegar a otras situaciones extremas.

Florencio Idoate, en su obra La brujería navarra, al comentar el auto de fe del proceso de Logroño admite que el auto resultó cruento, aunque la justicia fue más dura todavía en la parte francesa, en manos de Lancre -y resalta acertadamente Idoate - que Salazar, el inquisidor que da la cara, examina después a 1.384 niños y niñas y 420 personas mayores, que contestaron al cuestionario preparado y sus conclusiones serán desfavorables para su compañeros de tribunal, a los que dejará en evidencia.

Manuel Rivas, en su artículo Brujas en la Rioja y García del Moral en Glosas a un proceso célebre de la Inquisición de Logroño del siglo XVI, también ensalzarán la figura humana y sencilla del inquisidor Salazar.

Indudablemente que el informe de Salazar tuvo unas consecuencias prácticas evidentes en las decisiones de la Suprema a partir de 1614, al declarar que los tribunales locales de la Inquisición no gozarían ninguna autonomía jurídica en materia de brujería, y de someterse en cada caso al control de la Suprema.

K. Baschwitz, en su obra Procès de Sorcellerie, después de estudiar el delirio de la brujería en el siglo XVI, con un recuerdo hacia el doctor Wier, que tuvo repetidas consultas sobre personas poseídas del demonio, habiéndoles introducido en el cuerpo puntas de hierro, agujas o alfileres, el doctor sentará la siguiente conclusión:

«...des gens inexpérimentés ont attribue jusq'a present beaucoup d'evenements au diable et a sa bande, en pensant qu'il s'agissait de faits effectivement vecus alors que ce n'était qu'illusion, ensorcellement, mensonge, tromperie et besogne diabolique».

Y concluirá su estudio resaltando los combates victoriosos de Christian Thomasius, nacido en Leipzig en 1655, en su lucha contra los procesos por brujería, y finalizando su obra con ese capítulo que denominará La victoria de la razón, que no deja de ser coincidente con la denominación que Julio Caro Baroja señala en el capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, que dirá: «La época de las luces al tratar de la corriente crítica en la primera mitad del siglo XVIII, en la que recogerá en un interesante estudio el pensamiento de Voltaire en su Diccionario filosófico, al escribir: «Es pena grande que hoy no haya ya ni poseídos, ni magos, ni astrólogos, ni genios. No puede concebirse lo que hace cien años suponían todos estos misterios como recursos. Toda la nobleza vivía entonces en sus castillos. Las tardes de invierno son largas y se hubiera muerto de aburrimiento sin estas nobles diversiones. No existía castillo al que en días no determinados no volviese un hada. ..El diablo torcía el cuello al mariscal Fabert. Cada aldea tenía su brujo o su bruja, cada príncipe tenía su astrólogo; todas las damas se hacían decir la buenaventura; los poseídos andaban campo traviesa; la cuestión era saber quién había visto al diablo o quién lo había de ver...», y el Padre Feijoo afirmará:

«Hubo en los tiempos y territorios en que reynó esta plaga, mucha credulidad en los que recibían las informaciones, mucha necedad en los delatores y testigos, mucha fatuidad en los mismos que eran tratados como delinqüentes. Los delatores y los testigos eran, por lo común, gente rústica, entre la cual, como se ve en todas partes, es comunísimo atribuir a la hechicería mil cosas, que en ninguna manera exceden las facultades de la Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los procedimientos y freqüencia de los suplicios trastornaba el seso de muchos miserables, de modo que luego que se veían acusados, buenamente creían que eran brujos o hechiceros y creían y confesaban los hechos que les eran imputados, aunque enteramente falsos. Este es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el cerebro de ánimos muy apocados. Algunos jueces eran poco menos crédulos que los delatores y delatados. y si fuesen del mismo carácter los de hoy, hoy habría tantos hechiceros como en otros tiempos».

Para Caro Baroja estas palabras encierran más verdad histórica que las de Voltaire.

En el proceso de Logroño, se mezcló -como hemos repetido- el ambiente propio de la época, con la rigidez de los inquisidores en el cumplimiento de unas reglas. Se les podrá acusar de inflexibilidad, dureza e intolerancia, pero no de creadores de la norma punitiva. Actuaban en represión de actos que consideraban propulsores de un mal creciente: la herejía. y en esta intervención, en ciertas ocasiones, franquearán unos límites vedados al respeto y libertad humana. Así surgirán las voces de protesta.

Podríamos sintetizar la actuación del Tribunal de la Inquisición de Logroño sentando como base que pretendieron dar un exacto cumplimiento a unas reglas de fe, que aplicaron con un criterio riguroso.

¿Su mal? El propio de los procedimientos de la época; la acusación y los pronunciamientos se basaban en unas declaraciones testificales, de dudosa veracidad. Fue precisamente este extremo uno de los puntos en que fue más combatida la Inquisición, a quien se atribuyó el hecho de haber fomentado ese espíritu tan repudiable como es la delación.

En un código de equilibrios analíticos del proceso de Logroño, las conclusiones resultarían difíciles y complejas, pues en los móviles religiosos de persecución de la herejía, se conjugaban otros factores de índole política conducentes a esa tendencia de unidad estatal iniciada por los Reyes Católicos y simplificación del problema social creado por la diversidad de confesiones en el seno de la comunidad.

Es innegable que los juzgadores del proceso de Logroño, encubiertos en la capa de un puritanismo religioso mantuvieron actitudes inflexibles en sus pronunciamientos; pero tampoco se puede olvidar que se hallaban en momentos de una presión colectiva que les obliga al mantenimiento de unas medidas de represión para evitar que a través de ciertas prácticas -brujería, magia, ciencias ocultas, etc.- se pudieran socavar creencias y tradiciones religiosas con ofensa a los preceptos cristianos.

¿Creyeron ciertamente en la existencia de esas brujas con los fantásticos hechos reflejados en el auto de fe de 1610? La contestación sería dudosa, aun exceptuando a Salazar; la herejía estaba considerada como grave delito contra la Iglesia y la propia comunidad: luego era punible.

La dureza del castigo nunca será excusable, pero el tormento, la muerte en la hoguera, las prisiones perpetuas, la confiscación de bienes, etc., etc., se prodigaban en los siglos XII, XIII y XIV. Recoge Vicente Palacio Atard que el Concilio de 1179 admitía que los príncipes seculares atacaran la herejía como perturbación del orden público, pero prohibía que los clérigos tomaran parte en los castigos sangrientos. El Sínodo de 1184 confirmaba esta tendencia y el Papa Lucio III mantuvo el criterio de que los obispos no solamente debían admitir las denuncias sino que debían investigar los casos de herejía.

El mencionado comentarista cita que uno de los primeros en legislar la pena de muerte contra los herejes fue el Conde Ramón V, de Toulouse, a finales del siglo XII, y Pedro de Aragón, en 1197, que sentían los efectos de las herejías albigenses. Federico II, en 1220, desencadenará en su imperio una ofensiva exterminadora. Es interesante señalar que las partidas de Alfonso X incluirán el máximo castigo en el derecho positivo de Castilla, cuya misma línea seguirá en Francia el monarca Luis IX.

Como se puede deducir el Tribunal de la Inquisición de Logroño seguía un patrón que resultaba universal: la caza de las brujas y hechiceras como defensa de la fe.

No debemos olvidar que en tales momentos, incluso, tal represión contaba con el apoyo de la opinión pública, que en muchas ocasiones recabó de la autoridad civil y eclesiástica la adopción de medidas contra la brujería influenciada sin duda por ese «ambiente» que denunciamos, que se mezclaba con rumores e historias irreales nacidas de la incultura o mentes desequilibradas.

También debe tenerse en cuenta que la popular frase «caza de brujas» obedecía a una persecución que debemos considerar iniciada en el año 1258 y que se extendería posteriormente por distintos países. No olvidemos que en 1275 el obispo Hugo de Banyel no dudaría en condenar a una mujer que se confesó bruja y tener relaciones carnales con el diablo, y los siglos XV y XVI se pueden calificar en la persecución de la brujería como sus «épocas de oro», que tendrán su mejor exponente en la quema de 200 brujas del Cantón de Wallis.

Y resulta curioso resaltar que eminentes escritores e ilustres teólogos -incluso Santo Tomás- se vieron influenciados por esas ideas generalizadas en un ámbito extendido al protestantismo cuyo mejor reflejo se plasmará en las frases de Lutero: «Yo creo que los diablos habitan en los loros y en las cotorras, en los monos y en los macacos, para que ellos puedan así imitar a los hombres».

¿Cómo sustraerse los inquisidores logroñeses a pensamientos generalizados? El espíritu colectivo de represión se definirá en las palabras de Boguet:

«El crimen de la brujería es un crimen excepcional y por lo tanto debe ser juzgado excepcionalmente sin observar las normas del derecho ni los procedimientos ordinarios».

Por diferentes motivos el proceso de Logroño tendrá una evidente resonancia; pero sus actuaciones no difieren ni superan a las utilizadas en otros procesos. Delación, tortura y triste final de muchos acusados en la hoguera, no constituyen norma excepcional en la actuación de sus inquisidores. El delirio de persecución definido en Le marteau des malétices tendrá una evidente manifestación en el auto de fe de 1610; sin embargo, con la intervención de Salazar sobre el ambiente polémico se infiltrará una semilla que como suave laxante nos llevará hasta la humanitaria bula «Omnipotentis» -1623- y brujas y hechiceros no serán entregados al brazo secular sino en los supuestos casos de pacto con el diablo seguido de asesinato.

Podemos llegar a la conclusión, de que indudablemente el Tribunal de la Inquisición de Logroño actuó con dureza, pero debe tenerse en cuenta como atenuante que actuaban en el expresado «ambiente de época» en medidas de represión tendentes a evitar que ciertas prácticas -la brujería con sus invocaciones y adoración al diablo - pudieran socavar las tradiciones y creencias religiosas basadas en los preceptos del cristianismo. Fue un olvido de las reglas de derecho frente a los signos y espíritus del mal.

Quedará como uno de tantos misterios sin descifrar, el hecho si verdaderamente se creyó por los juzgadores la existencia de las propias brujas -considero que la contestación no sería afirmativa en la mayoría de los casos, y la actuación del inquisidor Salazar es el mejor exponente-; lo que sí resulta evidente es que castigaban unos hechos contrarios a dogmas y principios religiosos establecidos; en este enjuiciamiento lógicamente resultaban sancionables personas inculpadas de pertenecer a aquel otro mundo diabólico y fantasioso que debía ser reprimido. Y ese mundo era el del sabbat con sus fiestas nocturnas convocadas por el extraño sonido de un cuerno utilizado por el diablo, que lo escucharán en cualquier parte en que se encuentren. Y allí acudirán en sus viajes aéreos sobre el palo de la escoba, emitiendo infernales cantos con voz metálica y estridente.
Esos dos mundos se dibujan en el auto de fe de Logroño; el del puritanismo religioso en actitudes inflexibles contra la brujería, como simbolización y encarnación del mal, con sus poderes maléficos: «La brujería es el culto a satán...». «La brujería provocará tormentas, destruirá cosechas y arrasará los campos». Crímenes y locuras serán imputables a la brujería...
También es de tener en cuenta, que quizás, las verdaderas raíces que motivaban la represión de los juzgadores, habría que buscarlas en una defensa contra corrientes reformistas que encubrían móviles no solamente religiosos, sino igualmente de orden político con el que se hallaba identificada la Iglesia.

La Iglesia y la política se hallaban identificadas en barreras mutuas de defensa: iluminados, magia y ciencias ocultas, brujería, eran manifestación o movimientos reformistas en oposición a las ideologías de la tradición cristiana, católica o protestante imperante en una Europa sumida en guerras y desolaciones.

El proceso de Logroño tuvo, como anteriormente hemos señalado, una evidente resonancia; pero insistimos no fue una excepción, sino uno de tantos casos de una psicosis colectiva de «autodefensa» propia que tuvo su apogeo en los siglos XIlI al XV.

¿Qué nos queda hoy del proceso de Logroño? ¿Acaso un mensaje de reflexión?
En cualquier caso, el hombre se inclina misteriosamente al conocimiento de su pasado, sin el cual no podría existir nuestro presente en cambiante ruta hacia lo desconocido...

Con las víctimas del proceso de Logroño había surgido un mensaje de meditación: la conciencia religiosa de Alonso de Salazar y Frías lo había difundido como semilla de fe proclamando unas verdades en desafío a su propia presencia en aquel auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño, los días 6 y 7 de noviembre de 1610, que comenzó...


El proceso de los benandanti


De todos los procesos que persiguieron a las brujas en la Europa moderna, este fue quizás, el primer proceso en cobrar relevancia y repercusión internacional.

Los benandanti eran una secta del norte de Italia, nacieron en la segunda mitad del siglo XVI y se consideraban buenos cristianos, lo malo y también la razón por la cual fueron procesados, era que se creían capaces de viajar espiritualmente mientras dormían para dar batalla a brujas y demonios. Ellos afirmaban que en sus viajes se reunían con una diosa benefactora, la Diana romana. El gran problema con este juicio, que se llevo a cabo por todo un siglo completo desde 1575 hasta 1675, era que, si bien la secta confesaba llevar a cabo hechos similares a los de las brujas, afirmaban que luchaban contra Satanás para defender la fe de Cristo. Esto creaba desconcierto entre los inquisidores y prueba de ellos es este párrafo extraído de uno de los procesos:

“Por un lado, han declarado oponerse a las brujas y brujos, así como a sus malignos designios, y afirman sanar a las víctimas de tales personas; por el otro, al igual que sus presuntos adversarios, acuden a misteriosas reuniones nocturnas y afirman montar liebres, gatos y otros animales”.

Para poder condenarlos, la inquisición decidió no juzgarlos por brujería sino por herejía, ya que los hechos que afirmaban realizar, como sus reuniones con la diosa pagana, se alejaban de la ortodoxia católica. Al final, los benandanti, solo tuvieron que purgar sus culpas con duras penitencias.





Los demonios de Loudun


Supuesto Pacto de Grandier con el diablo

Este debe ser el proceso por brujería más conocido de la historia. Sin embargo, valgan verdades, yo me acabo de enterar por medio de este libro y al ver el caso te das cuenta por qué el autor lo titula como el más conocido y es que no queda la menor duda, de que este proceso estuvo lleno de mentiras, buenas actuaciones, aportaciones de dinero y lo más importante, intereses políticos de por medio.

En junio de 1630, el sacerdote Urbano Grandier, enemigo político del cardenal Richelieu, fue acusado de inmoralidad y suspendido de sus funciones. Parece ser que Grandier era un religioso de moral un tanto cuestionada, con fama de seductor y de conseguir favores sexuales de las mujeres. El sacerdote terminó siendo perdonado por esto, pero sus adversarios no descansarían hasta hundirlo en el anonimato definitivamente. Para ello, contaron con la complicidad del padre Mignon, confesor del convento de monjas ursulinas de Loudun, quien con mucha astucia logró convencer a varias monjas de que estaban endemoniadas y de que el responsable de su situación era el padre Grandier.

La madre superiora del convento Jeanne des Agnes y otra monja, comenzaron a sufrir convulsiones, cambios de voz y se les alteraba el rostro. Como parte del plan, el padre Mignon fue el designado para llevar a cabo los exorcismos y en el transcurso de estos la madre superiora empeoró a tal punto que declaraba estar poseída por los demonios Asmodeo y Zabulón y profería maldiciones y obscenidades. Cuando las noticias llegaron a oídos del arzobispo, éste prohibió que los exorcismos continuaran y es así como el tan odiado padre Grandier se salvó una vez más.

Dicen que a la tercera va la vencida y en este caso resultó ser cierto puesto que el cardenal Richelieu volvió a la carga otra vez. Para tal efecto se encargó a Jean de Laubardemont, pariente de la madre superiora, que formara una comisión con dos magistrados de su confianza para procesar al padre Grandier por brujería.

Esta vez ya no eran solo dos religiosas, sino la mayor parte del convento las que se entregaron a las convulsiones y a la vociferación de obscenidades. Todas ellas coincidieron en señalar al padre Grandier como culpable. Él era el gran brujo que las había hechizado y las había sometido al demonio.

Ante estas acusaciones, el infeliz párroco fue encarcelado el 30 de noviembre de 1633, luego de pasar por torturas y de presentarse como prueba un supuesto documento con el cual Grandier había sellado un pacto con Satanás, fue hallado culpable y muerto en la hoguera, pese a que ni los más crueles tormentos le habían hecho confesar su supuesta condición de brujo.


Los juicios de Salem


Este ha sido el caso de brujería más importante de América, aconteció en las cercanías de Boston, Nueva Inglaterra a finales del siglo XVII.

La historia comienza a principios de 1692, Elizabeth Parris y su prima Abigail Williams, de nueve y once años de edad respectivamente, comenzaron a sufrir de convulsiones, lloraban y gemían de un modo alarmante, lanzaban objetos pesados contra sus familiares y caminaban a cuatro patas por debajo de los muebles.

Contagiadas tal vez por la repentina celebridad de estas primas, otras niñas de Salem comenzaron a presentar los mismos síntomas, especialmente durante las misas dominicales de su iglesia.

El médico de Salem, William Griggs, examinó detenidamente a las afectadas y, al no hallar causa física alguna, insinuó la posibilidad de que las niñas estuviesen endemoniadas, poseídas por algún espíritu infernal.

Las niñas a su vez, ahora sí asustadas por las probables consecuencias de sus actos, declararon que habían sido víctimas de los hechizos de tres brujas: Tituba, una esclava negra, propiedad del padre de Elizabeth; Sarah Good, una indigente que fumaba siempre en pipa y Sarah Osborne, que se había casado con uno de sus esclavos y generó un escándalo mayúsculo.

Estas tres mujeres fueron encarceladas, y cual si fuera un juego, las niñas embrujadas siguieron acusando a otros vecinos al punto de que se encarceló a más de un centenar de personas, entre habitantes de Salem y los alrededores.

En el mes de junio de ese mismo año, se conformó un Tribunal Especial de Auditoria y Casación precedido por el Juez William Stoughton, con la finalidad de juzgar los casos de brujería que se habían denunciado en Salem, que para ese momento ya rozaban, doscientas, las personas acusadas.

En más o menos siete meses, se dio muerte a siete hombres y trece mujeres en los llamados juicios de Salem, pero cuando las acusaciones comenzaron a llegar a la clase dirigente de la colonia, el gobernador William Pipps disolvió el tribunal Especial y creó un Tribunal Supremo que se encargó de absolver a todos los acusados ante él. Pasados unos años las autoridades civiles indemnizaron económicamente a las familias de los condenados.

  




 ARS MAGICA

SIMÓN EL MAGO

Eliphas Lévi al explicar el final de Simón el Mago, da a entender la definición real de Mago:

 “Simón no era ciertamente un iniciado de la Magia Trascendental, que le hubiera advertido que la sabiduría y la santidad son necesarias para quienes pretenden dirigir las fuerzas secretas de la Naturaleza sin que los destruyan; que jugar con armas tan terribles, sin entenderlas, es un acto de necios; y una muerte rápida y terrible aguarda a quienes profanan el Santuario de la Naturaleza”. No debemos olvidar que desgraciadamente los delirios místicos son siempre afines con la perversión.

“Simón se convirtió en una celebridad y se dirigió a Roma, (era judío y había aprendido las artes ilusorias y algún que otro conocimiento perteneciente realmente a la tradición de los Magos de su Maestro Dositeo) donde el emperador, atraído por todos los espectáculos extraordinarios, estaba dispuesto a darle la bienvenida: el emperador era Nerón. El judío iluminado asombró al loco con corona con un truco común entre malabaristas. Se hizo decapitar y después saludó al emperador con su cabeza nuevamente sobre los hombros. Hizo que los muebles se moviesen y las puertas se abriesen; en una palabra, actuó como un medium verdadero y se convirtió en hechicero a la orden en las orgías de Nerón y en los banquetes de Trimalción. Según los forjadores de leyendas, fue para librar a los judíos de Roma de la doctrina de Simón por lo que el apóstol Pedro visitó esa capital del mundo. Nerón, por medio de sus espías inferiores, fue informado rápidamente de que un nuevo operador de prodigios al estilo israelita había llegado para declarar la guerra a su propio encantador, y resolvió enfrentarlos para divertirse. Tal vez Petronio y Tigelino asistieron a esa fiesta.

- La paz sea contigo – dijo el príncipe de los apóstoles al entrar.

- Nada tenemos que hacer con tu paz – respondió Simón. La verdad se descubre con la guerra. La paz entre adversarios es la victoria de uno y la derrota del otro.

Pedro contestó: - ¿Por qué rechazas la paz? Los vicios de los hombres han creado la guerra, pero la paz siempre mora con la virtud.

- La virtud es poder y habilidad – dijo Simón. En lo que a mí respecta enfrento al fuego, me elevo por los aires, restauro plantas, transformo las piedras en pan. ¿Y tú qué es lo que haces?.

- Rezo por ti – dijo Pedro – para que no perezcas víctima de tus encantamientos.

- Guárdate tus oraciones; no ascenderán a los cielos tan rápidamente como yo mismo.

         Y el mago atravesó una ventana y se elevó afuera por los aires. Durante este fenómeno Pedro estuvo rozando de rodillas y Simón cayó de repente con un fuerte grito, levantándose con las piernas quebradas. Nerón hizo aprisionar a Pedro, que parecía un mago mucho menos divertido que Simón; éste murió a consecuencia de su caída.”

(Eliphas Lévi, Historia de la Magia, De. Kier, Buenos Aires 1978, extracto del monográfico de Ajoblanco nº 14 sobre Magia)

Gerard Encausse (Papus) dice: “Los hechos de la Magia son peligrosos, e imitando a uno de los más grandes maestros contemporáneos, Eliphas Lévi, advertimos por anticipado a los imprudentes, el riesgo que corren de caer en la locura o en la muerte, al dedicarse a dicha clase de estudios por mera curiosidad. Toda persona que tema los sufrimientos, que le estremezcan las privaciones o que se sienta cobarde ante la idea de morir, procederá cuerdamente dedicándose a cualquier deporte antes que a la magia. Las mallas de las bailarinas serán espectáculo más propio de estas gentes, que no el de las visiones del astral"”

(Tratado elemental de Magia práctica, Dr. Gerard Encausse, Edicomunicación S.A.)


CLASES DE BRUJOS
(Simboleography, de Wilian West, Londres, 1594)

Magos:

Magos son quienes, pronunciando ciertas palabras supersticiosas, se atreven a hacer cosas que subvierten el curso de la Naturaleza, conjurando los fantasmas de los hombres muertos, como pretenden falsamente, mostrando cosas ocultas o situadas en lugares lejanos y mostrándolas bajo cualquier forma.

Hechiceros adivinos:

Adivinan y predicen lo por venir y conjuran espíritus maléficos mediante ciertas supersticiones y fórmulas. Y a las preguntas que ellos plantean les contesta una voz o aparecen ante sus ojos, en vidrios, en piedras de cristal o círculos los dibujos o imágenes de las cosas buscadas.   

Adivinadores:
Los profesores del arte de la adivinación que conjuran espíritus de la profecía. Pueden saber quién ha robado cosas y decir donde se encuentran objetos perdidos o robados.

Curanderos:
Los curanderos de enfermedades, que para curar los males y llagas de los hombres y bestias utilizan ciertas palabras o escritos supersticiosos llamados conjuros que les cuelgan del cuello u otra parte del cuerpo.

Encantadores:

Mediante ciertas palabras que pronuncian y ciertos caracteres o imágenes, hierbas u otras cosas, los encantadores creen que pueden hacer lo que dicen, pues el diablo los ha engañado. De éstos difieren los Brujos y los agoreros o quienes adivinan por medio de las aves o de las entrañas de animales sacrificados.

Brujas:

La Bruja es la mujer que, engañada por un pacto firmado con el Diablo y persuadida por éste, cree que puede obrar cualesquiera actos de maldad, con el pensamiento o mediante la imprecación, como agitar los aires con rayos y centellas, provocar tempestades, trasladar maíz o arboles a otros lugares, ser transportadas por su demonio familiar (que ha adoptado la engañosa forma de cabra, cerdo, ternero, etc..) hasta una montaña lejana en un lapso de tiempo prodigiosamente breve, y a veces volar en un cayado u otro instrumento y pasar toda la noche con su amante tocando música, bailando comiendo, bromeando y dedicándose a otras actividades igualmente diabólicas y lujuriosas y haciendo gala de miles de burlas monstruosas.

SINONIMOS DE BRUJA
(Jordano de Bérgamo, 1470)

Bacularia:                     Que monta en escoba
Fascinatrix:                   Del mal ojo
Herberia:                       De hiervas nocivas
Maliarda:                      Por el mal que obra
Pixidaria:                      Por la caja de ungüento mágico

(Binsfeld, 1589)

Femina saga:                 Mujer sabia
Lamia:                           Monstruo nocturno que chupa sangre
Incatator:                      Que realiza conjuros
Magus:                          Hombre sabio
Maleficius:                    Que obra mal para perjudicar
Sortiariae mulier:          Mujer que profetiza echando suertes
Strix:                             Ave norturna
Veneficia:                      Envenenadora
Vir sortilegi:                   Mago



CONCLUSIÓN

Una creencia antigua, un estado modificado de conciencia y el fanatismo religioso (superstición) de los inquisidores fueron un cóctel que llevó a la muerte a miles de mujeres y que provocó la aparición en el imaginario popular de la clásica imagen de la bruja vieja, malvada y adoradora del demonio.

Aunque, de haberlas ...........................




[1] Michelet, La Bruja, De. Akal 1987 p.29