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miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Vía Sufí








LA VÍA SUFÍ ¿ESOTERISMO ISLÁMICO?


ANTECEDENTES



                La tradición esotérica en Occidente proviene fundamentalmente de LA TORAH (Pentateuco). Atribuida su redacción a Moisés quien al parecer bebió en las fuentes de los misterios egipcios, leemos en Génesis 16.11 Dijo a ella (Hagar, la esclava de Sarai mujer de Abraham) el enviado de ADONAI: He aquí que estás en cinta y parirás un hijo. Llamarás su nombre Ishmahel; pues escuchó ADONAI tu aflicción.
        
Es ISMAEL hijo de Abraham, quien da origen a la estirpe “ismaelita”, el pueblo árabe, que más adelante devendrá en Islam.
        
Suponemos que los ismaelitas fueron, al igual que el linaje de Isaac, depositarios de la tradición primordial por línea directa Abrahámica y por tanto, al margen de los hechos acontecidos a partir de la expulsión de Hagar e Ismael, poseedores de unos fundamentos tradicionales suficientes como para devenir en religión.

Leemos en Génesis 21.13 Y también al hijo de la esclava lo convertiré (dice Elohim a Abraham) en pueblo, pues tu descendencia es. Igualmente en Génesis 21.18 Levántate (dice Elohim a Hagar), alza al niño y ásele con tu mano, pues en pueblo grande lo habré de convertir.

Un pueblo que habría de subsistir en los desiertos y vergeles de la península arábiga donde cabrían distinguir tres grandes zonas culturales: En primer lugar la región sudoccidental, El Yemen, zona muy fértil y provista de un complejo sistema de canalización de aguas, donde se desarrollaría la cultura sudarábiga desde, aproximadamente, el siglo VII a.C. hasta fines del siglo VI de nuestra era. La zona norte, marcada por intensos contactos con la civilización clásica greco-latina, tal y como lo prueban Petra y Palmira, así como con la cultura aramea. Un tercer grupo vendría representado por las tribus, que en pequeños núcleos, habitualmente oasis, vivirían a la estela de las grandes caravanas que unían el Mediterráneo con el Indico, obligadas a pasar por esas rutas.

Queda pues meridianamente claro que se produjeron contactos que llegaron a afectar tanto al mundo beduino como a los grupos sedentarios de la Arabia interior. Las vías de penetración estarían si lugar a dudas, constituidas por las culturas de Petra y Palmira, al igual que la sudarábiga que habría nacido bajo la influencia de Grecia en el 500 a.C. Algunas tribus, debido a sus viajes comerciales, conocían la ciencia de Egipto y de judíos. Los árabes del Norte habían adquirido su ciencia de los Iranios; los de Siria conocían la historia de griegos, romanos e israelitas; otros tenían información sobre la India y los del Sur mantenían relaciones con prácticamente todas las culturas del mundo.

Respecto a su código de conducta, éste estaba marcado por la exaltación de la virtud de la hospitalidad, indispensable para la supervivencia en el desierto, así como la afición a los juegos de azar y el vino. Viven en un mundo fantástico poblado de genios (djinn) y de ogros (gul).

ASI NACIO EL ISLAM


Es en este contexto donde nacerá el Islam, bajo la revelación del arcángel Gabriel a Mahoma. Pero este avatar, místico por excelencia, recibió previamente instrucción religiosa de un rabino o de un sacerdote cristiano, estudió las viejas leyendas persas mazdeistas, entre otras disciplinas, aunque no está probado de forma irrefutable. Igualmente se sostiene que mantuvo contacto con antiguas fraternidades esenias, que se habrían refugiado en las cavernas del norte de Arabia tras el hundimiento del mundo judío; existiendo constancia de su existencia en el siglo XI de nuestra era. En ese caso, la religión primitiva y verdadera de Abraham, que él intentará y dirá restaurar, estaría vinculada con aquellos. Y el que su revelación tuviera lugar en una caverna del monte Hira, cuando se le apareció el arcángel Gabriel mostrándole el texto íntegro del Corán y diciéndole lee, emparentaría el origen de su religión con las ideas de los hombres de Qumrán, cuyos ecos se han querido encontrar recientemente en algún que otro pasaje del Corán. Ello es debido a que si la palabra fue transmitida por el arcángel Gabriel ¿Cómo es posible que existan pasajes idénticos o similares a otros documentos anteriores al Corán?. Agentes de esta transmisión habrían sido miembros de algunas sectas heréticas cristianas y judíos con los que Mahoma pudo tener contacto, primeramente en sus viajes comerciales y, sobre todo, después de establecerse en Medina a partir de la héjira en 622; mas a esto han de agregarse, aparte otras influencias de menor alcance, tradiciones y costumbres de la Arabia preislámica, leyendas de grupos árabes desaparecidos y reminiscencias del ambiente pagano de su tiempo. (Así lo sostienen Juan Vernet y Darío Cabanelas, Catedráticos de Arabe de las Universidades de Barcelona y Granada, respectivamente).



EL MISTICISMO


En este punto podemos sostener que previa a la revelación del Corán existían en Arabia diversos credos y/o religiones que convivían entre sus habitantes y, donde había  credo y/o religión (exoterismo) también debía existir misticismo (gnosticismo – esoterismo).

El fenómeno del misticismo es común a todas las grandes religiones de la humanidad y está basado fundamentalmente en la insatisfacción de ciertos individuos o determinados grupos ante los medios que les ofrecen sus respectivos sistemas religiosos y el especial anhelo de una comunicación más directa y personal con la divinidad.



LA VIA SUFI


Los místicos islámicos han sido denominados con la palabra sufí. Derivada del árabe suf “lana”, se extendió a partir del siglo IX (III) al adoptar los místicos musulmanes como vestimenta túnicas de lana.

El sufismo, de clara influencia tradicional precristiana (en la acepción del Christos, Daemon, Maestro interno, etc.) emprende en solitario su largo camino (tariqa), cuya meta final es la unión con la divinidad. A través de diferentes moradas va ascendiendo por los sucesivos peldaños del ascetismo purificador, la gnosis como conocimiento personal y directo, pero acompañado de la iluminación y el amor; este amor es considerado como el más eficaz instrumento de los sufíes para atravesar el velo del misterio y conducirlos al éxtasis transcendente y a la autoaniquilación en el amado, como último paso hacia la autopermanencia en la divinidad.

A partir de esta doctrina quedaba abierto el camino hacia concepciones monistas, panteístas y teosóficas, que representaban, a juicio de la ortodoxia islámica, herejías cuyos secuaces debían ser condenados a la pena capital.

Uno de los mártires más célebres del sufismo lo encontramos en la persona del gran sufí persa Hosayn Ibn Mansur “al-Hallay” (309/922), místico de la escuela de Bagdad. El relato de su muerte nos puede hacer comprender hasta donde es capaz de llegar la sinrazón de las religiones (en este caso el Islam).

Le dieron trescientos bastonazos y luego lo crucificaron colgándole trece cadenas de los pies para aumentar el peso. Después fue lapidado por la multitud. Los verdugos le cortaron las manos, luego los pies y le sacaron los ojos; volvieron a lapidarle y le cortaron las orejas y la nariz. Levantó la mirada al cielo y pidió perdón para sus verdugos y la muchedumbre, y exclamó: “Para aquél que está sumergido en el rapto y el hervor del amor divino, le es suficiente la unicidad del Amado único”. A continuación le cortaron la lengua y, finalmente, le decapitaron. Mientras una anciana gritó: “¿Con qué derecho reveló los misterios de Dios este pequeño cardador de lana?.

Este enfrentamiento entre la ortodoxia islámica y el sufismo perduró hasta el 1.111 (505), cuando gracias a un hombre excepcional, también de procedencia sufí, teólogo, jurista, filósofo y místico, Al-Gazzali, se lograron adaptar los puntos de vista sufíes a la doctrina ortodoxa.

En opinión de Germán Ancochea y María Toscano (Iniciación a la Iniciación, ediciones Obelisco, 1997, Barcelona) el sufismo se remonta a tiempos muy anteriores al Islam. En Oriente Medio existían personas educadas en los valores de la rectitud y la integridad a los que se llamaba “los poseedores de la virtud”. Con la aparición del Islam estos hombres, manteniendo las tradiciones de la integridad, lo aceptaron como su religión y el sufismo se fundó, pues, sobre los valores de la rectitud del Islam.

Magistral y clarificadora resulta la ponencia que, sir William Jones, relacionado con la Compañía Británica de las Indias Orientales, nos hace en “The sixth discourse, on the Persians”,  Works,3, Londres 1807, pp. 130-132:  ”Sólo les entretendré con unas cuantas observaciones sobre la metafísica que fue profesada desde tiempos inmemoriales por numerosas sectas de persas e indios; que más tarde fue transmitida en parte a Grecia; y que aún hoy, prevalece entre los musulmanes doctos, que, en más de una ocasión, lo admiten sin ningún tipo de reservas. A los filósofos modernos de estas creencias se les conoce con el nombre de sufíes, termino derivado tanto del vocablo griego que significa sabiduría (sophos), como de la lana (suf en árabe) que se suele usar en algunas provincias de Persia. Sus principios fundamentales son los siguientes: nada existe absolutamente excepto DIOS; el alma humana es una emanación de su esencia, y, aunque durante algún tiempo está separada de su fuente celestial, al final se reunirá con ella y de esta unión se derivará la máxima felicidad posible; en este mundo de tránsito, el don principal de la humanidad consiste en lograr una unión con el Espíritu Eterno tan perfecta como la permitan las imperfecciones propias de una estructura mortal, y, para ello, el hombre deberá romper toda conexión (o taaluk, como lo llaman) con los objetos materiales extrínsecos y pasar por la vida sin apegos, como el nadador cruza libremente el océano, sin el engorro que supone la ropa; el hombre tiene que ser recto y libre como el ciprés, cuyo fruto apenas se distingue, y no hundirse bajo una inmensa carga, como árboles frutales entrelazados con una parra de vid; si bien los sencillos placeres terrenales pueden tener el poder de influir en el alma, la sola idea de la belleza celestial tiene que superarlo ampliamente en gozo extático; para expresar las perfecciones divinas y el ardor de la devoción, deberemos utilizar las palabras que más se acerquen a nuestras ideas y hablar de Belleza y Amor en un sentido transcendente y místico (…)Esta es, en parte, omitiendo los detalles más sutiles de la metafísica de los sufíes, la entusiasta religión de los modernos poetas persas, sobre todo la del cordial Hafiz y la del gran Mulavi (es decir, Rumi); tal es el sistema de los filósofos Vedanti y de los mejores poetas líricos de la India, y, teniendo en cuenta que era el que imperaba en la más remota antigüedad de ambas naciones, se puede considerar como una más de las innumerables pruebas sobre la existencia de una afinidad inmemorial entre ellas.”

Graham, lugarteniente de James William, en “A Treatise on Sufism, or Mahomedan Mysticism”, Transactions of the Literary Society of Bombay 1, 1819, pp. 90-91, nos cuenta: “Respecto a la religión – si es que se puede denominar así en la aceptación general del término – o, mejor, la doctrina y los principios de la secta de los sufíes, es un requisito indispensable aceptar, en primer lugar, que cualquier persona, o una persona de cualquier religión o secta, puede ser un sufí – ahí radica precisamente el misterio -; un desapego total de la mente en cuanto se refiere a todas las cuestiones temporales y fines mundanos; un abandono absoluto no sólo de la superstición, la duda, etc., de todas las religiones – lo que los mahometanos llaman (Sheryat) – es decir, la ley, o ley canónica; y dedicarse exclusivamente a la abstracción mental y a la contemplación del alma y de la Deidad, su afinidad, y la situación correlativa en la que se hallan.”

Para los que pretenden emparentar el sufismo con la religión, transcribimos de Omar Alí Shah, estas líneas sobre Tradición Sufí en Occidente: “La Tradición Sufí no es una religión ni un culto. Es una filosofía de vida y su objeto es ofrecer al hombre una vía, un camino práctico que le permita alcanzar un grado de conciencia superior y, por medio de este estado elevado de conciencia, comprender su relación con el Ser Supremo.

Esta filosofía se ha transmitido durante siglos, conserva su antigua calidad y sus secretos antiguos han sido custodiados a fin de que esté disponible, inmutable y limpia para aquellos que buscan una sabiduría más profunda a través de una conciencia profunda.

La Tradición sostiene que el hombre, en su estado presente, es un ser condicionado: condicionado desde que nace, a aceptar – la mayoría de las veces sin cuidado ni referencias – una cantidad de actitudes, puntos de referencia y teorías que traban sus pensamientos y acciones a lo largo de su vida. Este condicionamiento no es del todo malo o negativo. Un poco de condicionamiento es necesario. La fe, la piedad, la disciplina, la confianza, la obediencia y el orden son todas cualidades nobles que deberían enseñarse, aprenderse y ponerse en práctica.

Sostenemos que la pureza del ser interior del hombre, en armonía con el Diagrama del Maestro Diseñador, puede sacarlo de lo mundano y protegerlo de la contaminación del “mundo externo”.”

Llegados a este punto no sabemos si estamos leyendo tradición sufí, o a Louis-Claude de Saint – Martín. ¿Y esa referencia al Gran Arquitecto? (Maestro Diseñador).

La Orden Sufí Nematollahi nos dice: “Lo que se puede expresar con palabras no es sufismo”. Nosotros decimos que tampoco es TAO.

“ El sufismo es un camino práctico de realización del ser humano, basado en la relación entre maestro y su discípulo, en el que éste es guiado por su maestro en su viaje interior hacia la Verdad. Como ningún camino interior puede ser entendido por quien no lo ha experimentado, aquel que no ha realizado esta experiencia, no puede ser considerado un “sufí”.”

El Dr. Nurbakhsh escribe en un discurso sobre “El Sufismo y La Caballería” publicado en la revista SUFI, de la que es director para sus publicaciones en Inglés y Persa : “En el oriente medio, antes del Islam, la tradición de la Yawan Mardi o caballería había educado a personas a quienes se conocía como Yawan Mardan (El Caballero). La tradición de la caballería estaba fundada sobre los valores de la generosidad, el altruismo el sacrificio,....................

Cuando se produce la aparición del Islam, estos hombres lo asumen como su religión y  lo  integran en la tradición de la Yawan Mardi. El sufismo fue fundado así sobre los pilares del Islam y la caballería, y la ética de la Yawan Mardi constituyó la base de las prácticas y las costumbres de los sufíes en sus centros o Janaqahes.”

En otro discurso, esta vez en el círculo de derviches, dice sobre el concepto de Dios para el sufí: “Para el sufí, Dios es el Ser Absoluto; y la Creación, con todo lo existente en ella, sus determinaciones y manifestaciones. Los sufíes dicen: “La existencia entera existe gracias al Ser de Dios, todo lo existente es el reflejo de su Existencia, sin Él, todo se reduce a nada”.

No sólo como dice el Qorán (el subrayado es nuestro): Todo lo que existe perece (28,88), sino que no hay Ser alguno sino Él en toda la existencia.

Los sufíes no consideran a la creación separada del Ser de Dios. La interpretación que dan las autoridades escolásticas (el subrayado es nuestro) sobre el versículo: Dios es la Luz de los cielos y la tierra (Qo,35,24), es que Dios ilumina los cielos y la tierra. Los sufíes, en cambio, lo interpretan (el subrayado es nuestro) como: Dios es el ser y la realidad de toda existencia”.

Observamos en la opinión de este Doctor en Fiolosofía por la Universidad de Wisconsin ( en Madison), como la interpretación Coránica no siempre viene en coincidir con la sufí.

Concluyendo, observamos el paralelismo que une la filosofía sufí, a nuestro criterio poseedora por línea Abrahámica, Egipcia y Esenia de la tradición primordial, con las líneas más tradicionales occidentales. Como sabiduría velada que es, abierta y vuelta a velar  (revelada) forma parte de la tradición universal. Como sendero místico su recorrido es marcadamente esotérico. Todo esoterismo se apoya en un exoterismo, y el sufismo por cuestiones de supervivencia en un principio, y de asimilación posteriormente, abrazó el Islam como religión exotérica.

Por tanto, consideramos probable que el sufismo anteceda al Islamismo y que, como filosofía esotérica precedente a éste resulte compatible, dentro de los límites culturales y sociales, con cualquier religión. 


Valentin Veigel



Valentin Weigel


Europa, corría el año 1614, sesenta y ocho años antes Lutero había muerto y Calvino tenía cincuenta años de edad. En estos tiempos, previos a la guerra de los Treinta Años, el conflicto entre la Reforma y la Contrarreforma se hallaba en su cenit. Es en esta época cuando públicamente la alquimia y la filosofía oculta alcanzan todo su esplendor.

A partir de estas fechas, entre 1614 y 1620, es cuando los habitantes del viejo continente se entusiasman con las obras que, sobre alquimia y hermetismo, empiezan a publicarse y circular de mano en mano. De entre todas ellas cabe resaltar “La Fama Fraternitatis” ( Cassel 1614), por la que se dará a conocer la Fraternidad Rosacruz y a la que seguirán “La Confessio”  (Cassel 1615) y las “Bodas químicas de Christian Rosencreutz” (Alemania y Estrasburgo 1622), así como más de cuatrocientos panfletos y notas aclaratorias.

En estas obras se habla de un tal Christian Rosencreutz, nacido en 1378 y muerto en 1484, a la edad de ciento seis años,  como fundador de  una Fraternidad que, siendo depositaria de la Tradición Primordial,  encontrándose en posesión del conocimiento manifestado en el “Liber M.” y cuyos integrantes estaban comprometidos a ejercer gratuitamente la sanación, se dirige a todos los sabios y jefes de Europa dándose a conocer, proponiendo y promoviendo un nuevo orden social.

Así queda patente en 1622, cuando unos anuncios de esta Fraternidad aparecen pegados por todo París: “Nos, diputados del Colegio Principal de la Rosacruz, estamos haciendo una estancia visible e invisible en esta ciudad, por la gracia del Altísimo, hacia el cual se vuelve el corazón de los Justos a fin de sacar a los hombres, nuestros semejantes del error de la muerte”.

Desde ese instante, hasta los tiempos actuales, han corrido ríos de tinta sobre la Fraternidad y la Rosacruz. Multitud de líneas místicas y ocultistas han hecho uso del marchamo rosacruz y han dicho ser continuadoras de su Tradición.

Pero esta no es la intención de este trabajo. Lo que nosotros pretendemos es remontarnos con anterioridad al 1614 con la finalidad de remover  en los antecedentes y los personajes que pudieron inspirar las bases filosóficas de la citada Fraternidad, cuando no haber pertenecido a ella pretéritamente a su publicidad.

Así, entre las personalidades que han atraído nuestra atención, destacamos a  Valentin Weigel, quien llegó a apasionar a Johann Arndt, padre espiritual de Johann Valentín Andrea, a quien se le atribuye la autoría de “La Fama Fraternitatis”, ambos pertenecientes al Círculo de Tübingen, a cuyo grupo también se reputa la redacción de los manifiestos rosacruces.

EL PERSONAJE


Nace en Sajonia en 1531 en unos tiempos agitados por las guerras de religiones entre católicos y protestantes. En 1549 ingresa en la escuela Sankt Afra de Meissen y permanece en ella hasta 1554, año en el que marcha a Leipzig a estudiar y donde permanecerá hasta 1563. En 1558 logra el título de Bachiller y el de Magíster, obteniendo posteriormente el grado de Doctor con una tesis que versaba sobre astronomía y cuestiones físicas y filosóficas.

Después de pasar por la universidad de Wittemberg, obtiene una plaza de pastor en la localidad de Zschopau, donde murió el 10 de junio de 1588.

Su leyenda

Cuentan que, durante la guerra de los treinta años, tropas croatas destruyeron la iglesia donde estaba enterrado Weigel cubriendo la tumba de escombros. Tres días después, únicamente la lápida de Weigel apareció limpia, gracias al trabajo que alguien se había tomado durante la noche.

Otras leyendas circulan entorno a la tumba de Weigel, como la de quién la pisó despectivamente mientras decía: “archi-hereje” y que ya no pudo curarse de por vida del dolor en el pie que utilizó para pisar la lápida.

Sus ideas

Weigel defendió durante toda su vida enfoques doctrinales que, por su propia naturaleza, equivaldrían a toma de posiciones sociales que, en aquellos tiempos, no estarían exentas de polémica. Criticó severamente la forma de actuar de la justicia y propuso la reinserción de los delincuentes mediante el arrepentimiento y la penitencia como vía previa a la pena capital.

Después de su fallecimiento, entre 1609 y 1614, fueron publicados algunos de sus escritos por la imprenta de Christoph Bissmarck. Las ediciones tuvieron tanto éxito entre el pueblo que fueron reeditadas varias veces, siempre bajo las condenas y prohibiciones de los teólogos.

La principal razón de la condena de las obras de Weigel fue su acusada tendencia mística.  Michele Federico Sciacca en su Historia de la Filosofía, nos dice que en sus obras aparte de motivos neoplatónicos, se encuentra una concepción de la Biblia como conjunto de símbolos que traducen en modo figurado los momentos eternos del drama cósmico.

Para Weigel el hombre es un microcosmos que refleja la totalidad del orden cósmico. Sujeto a estas leyes solo puede escapar mediante un ejercicio de transformación interior o renacimiento en Cristo. Este renacimiento interior es lo que él denomina “conocimiento de sí mismo”.

Así encontramos en el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora que Weigel desarrolla una metafísica del conocimiento que distingue entre el “conocimiento impropio del externo por percepción sensible y recepción sobre ella y el auténtico conocimiento espiritual de Dios que es a la vez conocimiento de sí mismo y del mundo”.

Al leer los textos de Weigel debemos atenernos a las circunstancias políticas y sociales que le impedían manifestarse abiertamente, por eso observamos en ellos la delicadeza de trato al abordar temas como Dios, Cristo, antiguos maestros, dones, versículos bíblicos, mención de paganos y un largo etcétera que el buscador sabrá interpretar correctamente. 


Lectura recomendada:

“Conócete a ti mismo”  título editado por Yatay Ediciones, S.L., 2000, Madrid.

Su emblema

Dentro de este apartado dedicado a la personalidad de Weigel, haremos una breve reseña a su emblema.




El emblema esculpido sobre la lápida de la tumba que contiene los restos de Valentin  Weigel, en Zschopau, reproduce en su base a una paloma con un ramo de olivo en el pico, símbolo de la paz y la inmortalidad que otorga Cristo a quien fielmente le sigue. Algunos autores sostienen que se trata de un cuervo, animal que tiene un importante significado simbólico en la Alquimia.

En la parte superior de la figura vemos una V, o triángulo invertido, que viene a ser como una copa abierta hacia lo alto, quizá una alusión al atanor alquímico, y en cuyo interior se halla contenido un círculo radiado a cruz solar, emblema de Cristo como Sol del mundo, que se corresponde con la Ruota mundi o “Rueda universal”, símbolo de la Creación o del orden cósmico. La V, o triángulo invertido, está cerrada por una especie de tejado, figuración de la bendición del Cielo; aunque también pudiera estar cerrada por unas alas, en clara alusión a la frase final de la Fama Fraternitatis “sub umbra alarum tuarum”, de donde se alza sobresaliendo una cruz florida, que surge de la prolongación del brazo vertical de la cruz inserta en el círculo y que evoca la imagen simbólica de la Rosacruz.

En cada uno de los cuadrantes de la rueda solar figura una de las cuatro letras que forman la palabra “Dios” en alemán, GOTT. A ambos lados de la V techada, o triángulo invertido,  vemos sendas flores bajo cada una de las cuales hay dos letras, que son las iniciales del nombre del místico sajón: Valentin Weigel vom Hain. Sobre las letras VW hay una flor en forma de estrella de seis puntas, símbolo del macrocosmos y sobre las letas VH una flor o estrella de siete puntas que participa del simbolismo de dicho número; uniendo el cuadrado y el triángulo, ella figura la lira cósmica, la música de las esferas, la armonía del mundo, el arco iris con los siete colores, las siete zonas planetarias, etc.. Bajo la figura se hallan escritas las cuatro letras del AMÉN, dos a cada lado, como fórmula que cierra una oración y meditación sobre la paz de la Vida eterna grabada en la parte inferior de la lápida y en la cual se entremezclan el latín y el alemán. Dicha oración flanquea a ambos lados el escudo de Weigel.