LA VÍA
SUFÍ ¿ESOTERISMO ISLÁMICO?
ANTECEDENTES
La
tradición esotérica en Occidente proviene fundamentalmente de LA TORAH
(Pentateuco). Atribuida su redacción a Moisés quien al parecer bebió en las
fuentes de los misterios egipcios, leemos en Génesis 16.11 Dijo a ella (Hagar, la esclava de Sarai mujer de Abraham) el enviado de ADONAI: He aquí que estás en
cinta y parirás un hijo. Llamarás su nombre Ishmahel; pues escuchó ADONAI tu
aflicción.
Es ISMAEL hijo de Abraham, quien da origen a la
estirpe “ismaelita”, el pueblo árabe, que más adelante devendrá en Islam.
Suponemos
que los ismaelitas fueron, al igual que el linaje de Isaac, depositarios de la
tradición primordial por línea directa Abrahámica y por tanto, al margen de los
hechos acontecidos a partir de la expulsión de Hagar e Ismael, poseedores de
unos fundamentos tradicionales suficientes como para devenir en religión.
Leemos
en Génesis 21.13 Y también al hijo de la
esclava lo convertiré (dice Elohim a Abraham) en pueblo, pues tu descendencia es. Igualmente en Génesis 21.18 Levántate (dice Elohim a Hagar), alza al niño y ásele con tu mano, pues en pueblo grande lo habré de
convertir.
Un
pueblo que habría de subsistir en los desiertos y vergeles de la península
arábiga donde cabrían distinguir tres grandes zonas culturales: En primer lugar
la región sudoccidental, El Yemen, zona muy fértil y provista de un complejo
sistema de canalización de aguas, donde se desarrollaría la cultura sudarábiga
desde, aproximadamente, el siglo VII a.C. hasta fines del siglo VI de nuestra era.
La zona norte, marcada por intensos contactos con la civilización clásica
greco-latina, tal y como lo prueban Petra y Palmira, así como con la cultura
aramea. Un tercer grupo vendría representado por las tribus, que en pequeños
núcleos, habitualmente oasis, vivirían a la estela de las grandes caravanas que
unían el Mediterráneo con el Indico, obligadas a pasar por esas rutas.
Queda
pues meridianamente claro que se produjeron contactos que llegaron a afectar
tanto al mundo beduino como a los grupos sedentarios de la Arabia interior. Las
vías de penetración estarían si lugar a dudas, constituidas por las culturas de
Petra y Palmira, al igual que la sudarábiga que habría nacido bajo la
influencia de Grecia en el 500 a.C. Algunas tribus, debido a sus viajes
comerciales, conocían la ciencia de Egipto y de judíos. Los árabes del Norte
habían adquirido su ciencia de los Iranios; los de Siria conocían la historia
de griegos, romanos e israelitas; otros tenían información sobre la India y los
del Sur mantenían relaciones con prácticamente todas las culturas del mundo.
Respecto
a su código de conducta, éste estaba marcado por la exaltación de la virtud de
la hospitalidad, indispensable para la supervivencia en el desierto, así como
la afición a los juegos de azar y el vino. Viven en un mundo fantástico poblado
de genios (djinn) y de ogros (gul).
ASI NACIO EL ISLAM
Es en
este contexto donde nacerá el Islam, bajo la revelación del arcángel Gabriel a
Mahoma. Pero este avatar, místico por excelencia, recibió previamente
instrucción religiosa de un rabino o de un sacerdote cristiano, estudió las
viejas leyendas persas mazdeistas, entre otras disciplinas, aunque no está
probado de forma irrefutable. Igualmente se sostiene que mantuvo contacto con
antiguas fraternidades esenias, que se habrían refugiado en las cavernas del norte
de Arabia tras el hundimiento del mundo judío; existiendo constancia de su
existencia en el siglo XI de nuestra era. En ese caso, la religión primitiva y
verdadera de Abraham, que él intentará y dirá restaurar, estaría vinculada con
aquellos. Y el que su revelación
tuviera lugar en una caverna del monte Hira, cuando se le apareció el arcángel
Gabriel mostrándole el texto íntegro del Corán y diciéndole lee,
emparentaría el origen de su religión con las ideas de los hombres de Qumrán,
cuyos ecos se han querido encontrar recientemente en algún que otro pasaje del
Corán. Ello es debido a que si la palabra fue transmitida por el arcángel
Gabriel ¿Cómo es posible que existan pasajes idénticos o similares a otros
documentos anteriores al Corán?. Agentes de esta transmisión habrían sido
miembros de algunas sectas heréticas cristianas y judíos con los que Mahoma
pudo tener contacto, primeramente en sus viajes comerciales y, sobre todo,
después de establecerse en Medina a partir de la héjira en 622; mas a esto han
de agregarse, aparte otras influencias de menor alcance, tradiciones y
costumbres de la Arabia preislámica, leyendas de grupos árabes desaparecidos y
reminiscencias del ambiente pagano de su tiempo. (Así lo sostienen Juan Vernet
y Darío Cabanelas, Catedráticos de Arabe de las Universidades de Barcelona y
Granada, respectivamente).
EL MISTICISMO
En este
punto podemos sostener que previa a la revelación del Corán existían en Arabia
diversos credos y/o religiones que convivían entre sus habitantes y, donde
había credo y/o religión (exoterismo)
también debía existir misticismo (gnosticismo – esoterismo).
El
fenómeno del misticismo es común a todas las grandes religiones de la humanidad
y está basado fundamentalmente en la insatisfacción
de ciertos individuos o determinados grupos ante los medios que les ofrecen sus
respectivos sistemas religiosos y el
especial anhelo de una comunicación más
directa y personal con la divinidad.
LA VIA SUFI
Los
místicos islámicos han sido denominados con la palabra sufí. Derivada del árabe
suf “lana”, se extendió a partir del
siglo IX (III) al adoptar los místicos musulmanes como vestimenta túnicas de
lana.
El
sufismo, de clara influencia tradicional precristiana (en la acepción del
Christos, Daemon, Maestro interno, etc.) emprende en solitario su largo camino (tariqa), cuya meta final es la unión
con la divinidad. A través de diferentes moradas va ascendiendo por los
sucesivos peldaños del ascetismo purificador, la gnosis como conocimiento personal y directo, pero acompañado de la
iluminación y el amor; este amor es considerado como el más eficaz instrumento
de los sufíes para atravesar el velo del misterio y conducirlos al éxtasis
transcendente y a la autoaniquilación en el amado, como último paso hacia la
autopermanencia en la divinidad.
A
partir de esta doctrina quedaba abierto el camino hacia concepciones monistas,
panteístas y teosóficas, que representaban, a juicio de la ortodoxia islámica,
herejías cuyos secuaces debían ser condenados a la pena capital.
Uno de
los mártires más célebres del sufismo lo encontramos en la persona del gran
sufí persa Hosayn Ibn Mansur “al-Hallay” (309/922), místico de la escuela de
Bagdad. El relato de su muerte nos puede hacer comprender hasta donde es capaz
de llegar la sinrazón de las religiones (en este caso el Islam).
Le
dieron trescientos bastonazos y luego lo crucificaron colgándole trece cadenas
de los pies para aumentar el peso. Después fue lapidado por la multitud. Los
verdugos le cortaron las manos, luego los pies y le sacaron los ojos; volvieron
a lapidarle y le cortaron las orejas y la nariz. Levantó la mirada al cielo y
pidió perdón para sus verdugos y la muchedumbre, y exclamó: “Para aquél que
está sumergido en el rapto y el hervor del amor divino, le es suficiente la unicidad
del Amado único”. A continuación le cortaron la lengua y, finalmente, le
decapitaron. Mientras una anciana gritó: “¿Con qué derecho reveló los misterios
de Dios este pequeño cardador de lana?.
Este
enfrentamiento entre la ortodoxia islámica y el sufismo perduró hasta el 1.111
(505), cuando gracias a un hombre excepcional, también de procedencia sufí,
teólogo, jurista, filósofo y místico, Al-Gazzali, se lograron adaptar los
puntos de vista sufíes a la doctrina ortodoxa.
En
opinión de Germán Ancochea y María Toscano (Iniciación a la Iniciación,
ediciones Obelisco, 1997, Barcelona) el
sufismo se remonta a tiempos muy anteriores al Islam. En Oriente Medio existían
personas educadas en los valores de la rectitud y la integridad a los que se
llamaba “los poseedores de la virtud”. Con la aparición del Islam estos
hombres, manteniendo las tradiciones de la integridad, lo aceptaron como su
religión y el sufismo se fundó, pues, sobre los valores de la rectitud del
Islam.
Magistral
y clarificadora resulta la ponencia que, sir William Jones, relacionado con la
Compañía Británica de las Indias Orientales, nos hace en “The sixth discourse,
on the Persians”, Works,3, Londres 1807,
pp. 130-132: ”Sólo les entretendré con unas cuantas observaciones sobre la
metafísica que fue profesada desde tiempos inmemoriales por numerosas sectas de
persas e indios; que más tarde fue transmitida en parte a Grecia; y que aún
hoy, prevalece entre los musulmanes doctos, que, en más de una ocasión, lo admiten
sin ningún tipo de reservas. A los filósofos modernos de estas creencias se les
conoce con el nombre de sufíes, termino derivado tanto del vocablo griego que
significa sabiduría (sophos), como de la lana (suf en árabe) que se suele usar
en algunas provincias de Persia. Sus principios fundamentales son los
siguientes: nada existe absolutamente excepto DIOS; el alma humana es una
emanación de su esencia, y, aunque durante algún tiempo está separada de su
fuente celestial, al final se reunirá con ella y de esta unión se derivará la
máxima felicidad posible; en este mundo de tránsito, el don principal de la
humanidad consiste en lograr una unión con el Espíritu Eterno tan perfecta como
la permitan las imperfecciones propias de una estructura mortal, y, para ello,
el hombre deberá romper toda conexión (o taaluk, como lo llaman) con los
objetos materiales extrínsecos y pasar por la vida sin apegos, como el nadador
cruza libremente el océano, sin el engorro que supone la ropa; el hombre tiene
que ser recto y libre como el ciprés, cuyo fruto apenas se distingue, y no
hundirse bajo una inmensa carga, como árboles frutales entrelazados con una
parra de vid; si bien los sencillos placeres terrenales pueden tener el poder
de influir en el alma, la sola idea de la belleza celestial tiene que superarlo
ampliamente en gozo extático; para expresar las perfecciones divinas y el ardor
de la devoción, deberemos utilizar las palabras que más se acerquen a nuestras
ideas y hablar de Belleza y Amor en un sentido transcendente y místico (…)Esta
es, en parte, omitiendo los detalles más sutiles de la metafísica de los
sufíes, la entusiasta religión de los modernos poetas persas, sobre todo la del
cordial Hafiz y la del gran Mulavi (es decir, Rumi); tal es el sistema de los
filósofos Vedanti y de los mejores poetas líricos de la India, y, teniendo en
cuenta que era el que imperaba en la más remota antigüedad de ambas naciones,
se puede considerar como una más de las innumerables pruebas sobre la
existencia de una afinidad inmemorial entre ellas.”
Graham, lugarteniente de James William, en “A Treatise on Sufism, or
Mahomedan Mysticism”, Transactions of the Literary Society of Bombay 1, 1819,
pp. 90-91, nos cuenta: “Respecto a la
religión – si es que se puede denominar así en la aceptación general del
término – o, mejor, la doctrina y los principios de la secta de los sufíes, es
un requisito indispensable aceptar, en primer lugar, que cualquier persona, o
una persona de cualquier religión o secta, puede ser un sufí – ahí radica
precisamente el misterio -; un desapego total de la mente en cuanto se refiere
a todas las cuestiones temporales y fines mundanos; un abandono absoluto no
sólo de la superstición, la duda, etc., de todas las religiones – lo que los
mahometanos llaman (Sheryat) – es decir, la ley, o ley canónica; y dedicarse
exclusivamente a la abstracción mental y a la contemplación del alma y de la
Deidad, su afinidad, y la situación correlativa en la que se hallan.”
Para los que pretenden emparentar el sufismo con la religión, transcribimos
de Omar Alí Shah, estas líneas sobre Tradición Sufí en Occidente: “La
Tradición Sufí no es una religión ni un culto. Es una filosofía de vida y su
objeto es ofrecer al hombre una vía, un camino práctico que le permita alcanzar
un grado de conciencia superior y, por medio de este estado elevado de
conciencia, comprender su relación con el Ser Supremo.
Esta filosofía se ha transmitido durante siglos, conserva su antigua
calidad y sus secretos antiguos han sido custodiados a fin de que esté disponible,
inmutable y limpia para aquellos que buscan una sabiduría más profunda a través
de una conciencia profunda.
La Tradición sostiene que el hombre, en su estado presente, es un ser
condicionado: condicionado desde que nace, a aceptar – la mayoría de las veces
sin cuidado ni referencias – una cantidad de actitudes, puntos de referencia y
teorías que traban sus pensamientos y acciones a lo largo de su vida. Este
condicionamiento no es del todo malo o negativo. Un poco de condicionamiento es
necesario. La fe, la piedad, la disciplina, la confianza, la obediencia y el
orden son todas cualidades nobles que deberían enseñarse, aprenderse y ponerse
en práctica.
Sostenemos que la pureza del ser interior del hombre, en armonía con el
Diagrama del Maestro Diseñador, puede sacarlo de lo mundano y protegerlo de la
contaminación del “mundo externo”.”
Llegados a este punto no sabemos si estamos leyendo tradición sufí, o a
Louis-Claude de Saint – Martín. ¿Y esa referencia al Gran Arquitecto? (Maestro
Diseñador).
La Orden Sufí Nematollahi nos dice: “Lo que se puede expresar con
palabras no es sufismo”. Nosotros decimos que tampoco es TAO.
“ El sufismo es un camino práctico de realización del ser humano,
basado en la relación entre maestro y su discípulo, en el que éste es guiado
por su maestro en su viaje interior hacia la Verdad. Como ningún camino
interior puede ser entendido por quien no lo ha experimentado, aquel que no ha
realizado esta experiencia, no puede ser considerado un “sufí”.”
El Dr. Nurbakhsh escribe en un discurso sobre “El Sufismo y La
Caballería” publicado en la revista SUFI, de la que es director para sus
publicaciones en Inglés y Persa : “En el oriente medio, antes del Islam, la
tradición de la Yawan Mardi o caballería había educado a personas a quienes se
conocía como Yawan Mardan (El Caballero). La tradición de la caballería estaba
fundada sobre los valores de la generosidad, el altruismo el
sacrificio,....................
Cuando se produce la aparición del Islam, estos hombres lo asumen como
su religión y lo integran en la tradición de la Yawan Mardi.
El sufismo fue fundado así sobre los pilares del Islam y la caballería, y la
ética de la Yawan Mardi constituyó la base de las prácticas y las costumbres de
los sufíes en sus centros o Janaqahes.”
En otro discurso, esta vez en el círculo de derviches, dice sobre el
concepto de Dios para el sufí: “Para el sufí, Dios es el Ser Absoluto; y la
Creación, con todo lo existente en ella, sus determinaciones y manifestaciones.
Los sufíes dicen: “La existencia entera existe gracias al Ser de Dios, todo lo
existente es el reflejo de su Existencia, sin Él, todo se reduce a nada”.
No sólo como dice el Qorán (el subrayado es nuestro): Todo lo que existe
perece (28,88), sino que no hay Ser alguno sino Él en toda la existencia.
Los sufíes no consideran a la creación separada del Ser de Dios. La
interpretación que dan las autoridades escolásticas (el subrayado es nuestro) sobre
el versículo: Dios es la Luz de los cielos y la tierra (Qo,35,24), es que Dios
ilumina los cielos y la tierra. Los sufíes, en cambio, lo interpretan (el
subrayado es nuestro) como: Dios es el ser y la realidad de toda
existencia”.
Observamos en la opinión de este Doctor en Fiolosofía por la
Universidad de Wisconsin ( en Madison), como la interpretación Coránica no
siempre viene en coincidir con la sufí.
Concluyendo, observamos el paralelismo que une la filosofía sufí, a
nuestro criterio poseedora por línea Abrahámica, Egipcia y Esenia de la
tradición primordial, con las líneas más tradicionales occidentales. Como
sabiduría velada que es, abierta y vuelta a velar (revelada) forma parte de la tradición
universal. Como sendero místico su recorrido es marcadamente esotérico. Todo
esoterismo se apoya en un exoterismo, y el sufismo por cuestiones de
supervivencia en un principio, y de asimilación posteriormente, abrazó el Islam
como religión exotérica.
Por tanto, consideramos probable que el sufismo anteceda al Islamismo
y que, como filosofía esotérica precedente a éste resulte compatible, dentro de
los límites culturales y sociales, con cualquier religión.